Nuevo testamento
Recuerdo a Butch Miles en Antibes 1975. Era el único rostro pálido de la orquesta de Basie, que estaba gozoso y rejuvenecido por utilizar su ímpetu y dinamismo para impulsar a sus hombres desde sus tambores. Es uno de los supervivientes de las glorias de antaño. Otro es el trombonista Bill Hugues (que estuvo de 1953 a 1957 y de 1963 hasta la muerte del Conde en 1984). Ahora ejerce de director, sucediendo a Frank Foster y Groover Mitchell y ha sabido reunir un ramillete de profesionales, tanto veteranos como jóvenes valores. Las comparaciones con el original no tienen mucha pertinencia. Siempre faltarán Freddie Green y el propio Basie. Pero, estamos en el siglo XXI y de lo que se trata es de gestionar adecuadamente una herencia fundamental.
Count Basie Orchestra
Bill Hughes (director); Melba Bradford (voz). 17 miembros, entre ellos: Grant Langford (saxo alto); Doug Lawrence (saxo tenor); Clarence Banks (trombón); Scotty Barnhart (trompeta); Tony Suggs (piano); Will Matthews (guitarra); James Leary (contrabajo); Butch Miles (batería). V Festival Xàbia Jazz. 10 de agosto 2005.
El Conde supo pasar del Viejo Testamento (así llamaba a la orquesta de los años 30 y 40, con muchos arreglos orales e impresionantes solistas) al Nuevo Testamento de la orquesta de los 50 en adelante, con sus efectos de masa orquestal y su adaptación de arreglos y composiciones de diversas plumas, sin perder un ápice su proverbial pulsación e irresistible swing.
Lógicamente, es este segundo periodo el marco de referencia de la actual formación. Han actualizado algunas de las páginas más memorables, debidas a Frank Foster, Ernie Wilkins, Neal Hefti, Thad Jones y Sam Nestico. Si piezas como Splansky, Corner Pocket, Good Time Blues, Fan Tail o The Head's On conservan toda su frescura y poderío rítmico, otras como Discomotion, Basie o Basie Power no les van a la zaga. Se ha conservado esa maravillosa dialéctica entre tensión-relajación, ese fraseo de masa orquestal que podía ir del piano más contenido al forti más explosivo en cuestión de segundos. Todo ello apoyado en una sección rítmica ronroneante, que tiene la potencia de un camión de gran tonelaje y la elasticidad del deportivo más sofisticado. Y con una economía de medios que ha eliminado todo lo superfluo para la función de batir el compás y generar balanceo. Se comprende su trascendencia en el jazz, tanto en las orquestas negras como en los músicos blancos de la Costa Oeste. Y su enorme flexibilidad para acompañar cantantes. En ese sentido Melba Bradford, sin ser especialmente notable, cantó con gusto All of Me. Y los solistas se identificaron con la idiosincrasia de la formación, tanto en chases (duelos de dos trompetas y dos saxos), como individualmente. El Nuevo Testamento está en buenas manos y el abarrotado público así lo entendió y disfrutó.
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