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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Delibes 'par lui même'

Jordi Gracia

Título y subtítulo ponen en su sitio las expectativas que puedan despertar seiscientas y pico páginas sobre el escritor Miguel Delibes porque ofrecen lo que promete: un Delibes por Delibes, desde el entorno de Delibes, en su proximidad amistosa y personal, sin renunciar al cromo sentimental porque está legítimamente justificado y porque carece de la menor pretensión de producir una biografía intelectual e interpretativa ni nada que vaya más allá de sus propósitos declarados (y de un método demasiadas veces reiterativo). Ramón García ha sido interlocutor personal y amical de Delibes en los últimos veinte años, y ha sido también adaptador de algunas de sus obras al teatro, además de compañero de viaje algunas otras veces. No se ha vestido ni de experto ni de erudito ni siquiera de cronista de época para contextualizar a Delibes o su obra. La familiaridad con el escritor pone también los límites y las condiciones de su propio libro porque está hecho de una suma ingente de testimonios de Delibes sobre él mismo y sobre su obra, tomados casi siempre de textos ya publicados del propio autor, como He dicho, o el prólogo a la Obra completa, más los varios libros de entrevistas que existen sobre el autor, el de César Alonso de los Ríos, por ejemplo, y la biografía que Umbral escribió en 1970 o el estudio del Delibes periodista que hizo José Francisco Sánchez, además del extenso epistolario que publicó Destino con su fundador, Josep Vergés, y el apoyo de algunos materiales procedentes de su relación con la familia de Delibes, en unos casos, y los que proceden de las múltiples conversaciones mantenidas con el escritor en Valladolid. Paradójicamente, sin embargo, el resultado es un retrato mucho más plano de lo que es el Delibes novelista, aunque puede ser injusto este juicio dado que no se pretende abordar la radiografía de la obra literaria sino componer el relato autobiográfico que nunca escribió como tal el propio Delibes, por mucho que Ramón García eche mano abusivamente de cuanto texto escrito por Delibes tenga algún rastro autobiográfico. Tampoco es cuestión de reprochárselo porque bastante bien ha de saber la densidad de sentido biográfico que el escritor ha puesto en muchas de sus novelas, y por otra parte no va a hacer daño en este libro pasar por alto la distinción entre narrador y autor (aunque los técnicos digamos con razón que eso es inaceptable como método de análisis), y tampoco ha de escandalizar la amplia indiferencia del libro por lo que otros analistas hayan dicho de la obra y la trayectoria de Delibes.

EL QUIOSCO DE LOS HELADOS. MIGUEL DELIBES DE CERCA

Ramón García Domínguez

Destino. Barcelona, 2005

634 páginas. 28 euros

El libro está hecho de acuerdo

con esos parámetros y es legítimo, pero lo mejor que puede hacer el lector más dispuesto a ensayar una imagen crítica y literaria del novelista es ponerse manos a la obra por cuenta propia, dado que aquí se le prestan recopilados los materiales del escritor sobre sí mismo junto a un minucioso registro de sus actividades sin querer casi nunca evaluarlas, interpretarlas, contrastarlas o contextualizarlas. La pátina liberal que imprimió al diario en el que empezó publicando caricaturas en los primerísimos cuarenta, El Norte de Castilla, y que acabaría dirigiendo sin llegar a abandonarlo nunca del todo, merece seguro un análisis, como lo merece su relación con Umbral o Manuel Leguineche, al igual que ha de merecerlo ese par de textos de síntesis sobre historia de España e historia universal que escribió para sus alumnos de la Escuela de Comercio y cuyo permiso de edición comercial denegó la censura a finales de los cuarenta. Y así hay una lista muy larga de motivos que impulsan a ponerse a trabajar con otra actitud y otro método, muy alejados de los de Ramón García porque aspiran a otros objetivos y resultados. A mí me quedan también las ganas de un detalle mayor en torno a sus casi cuatrocientos artículos sobre cine, y los que imagino centenares de artículos de crítica literaria en los años cincuenta.

En todo caso, de ese otro libro o estudio o ensayo saldría sin la menor vacilación el retrato de un escritor que aprendió con humildad radical el oficio de narrar, que lo maduró con algunos títulos fundadores, como El camino, y que no dejó de satisfacer las expectativas de lectores muy amplios con el registro de una humildad redescubierta contra el primerizo engolamiento y un poco por casualidad, como si la literatura narrativa fuese a veces una segregación de virtudes naturales que uno advierte o no. Delibes y su mujer, Ángeles, lo advirtieron, y no dejó el escritor de seguir las pistas que sus propios lectores y críticos le iban dando de viva voz o por escrito para construirse pacientemente una biografía intelectual o literaria. Aún no existe, pero habrá de contar por dentro, con la crispación de la complejidad y el matiz comprometido del análisis, lo que esta biografía deja expuesto por fuera. Y el escritor, cualquier escritor de calidad, está siempre detrás, cuando habla con la voz fresca y nueva de Menchu o con los silencios de la milana bonita.

Miguel Delibes (Valladolid, 1920) según Loredano.
Miguel Delibes (Valladolid, 1920) según Loredano.

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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