Recuperar el espíritu de pueblo
Santa Eugènia busca el fomento de la participación ciudadana mientras combate el tráfico de drogas
Pisos del boom inmobiliario de los años sesenta y bloques de viviendas de los noventa, la mayoría de protección oficial, se apilan sin orden en el barrio de Santa Eugènia-Can Gibert del Pla, al final de la ciudad de Girona y abrazado por el municipio de Salt. La accesibilidad económica de los inmuebles respecto a los de otros barrios ha supuesto que los residentes de toda la vida compartan espacio con un numeroso grupo de inmigrantes y familias monoparentales -muchas desestructuradas- que han llegado en los últimos años. El sector es uno de los más poblados de la ciudad: tiene 13.500 habitantes, de los que el 22% son inmigrantes, marroquíes y suramericanos.
La convivencia no es fácil, sobre todo teniendo en cuenta la falta de equipamientos para crear un vínculo vecinal del que ya casi no queda rastro. El barrio cuenta con un pabellón deportivo, una piscina y un campo de deportes, pero carece de un espacio donde hacer teatro, de un museo o de un parque. "El único pulmón verde son las huertas de Santa Eugènia, pero es un lugar poco seguro y amenazado", detalla el presidente de la asociación de vecinos de Santa Eugènia, Francesc Torrent. Aunque sólo hace 43 años que este barrio dejó de ser un municipio independiente para ser absorbido por Girona, "ya no hay espíritu de pueblo".
El proyecto de intervención integral del barrio, que llevará a cabo el Ayuntamiento de Girona durante los próximos cuatro años y que costará 14,6 millones de euros que aportarán a partes iguales el consistorio y la Generalitat, pretende hacer frente a la falta de equipamientos. Su principal eje, explica la alcaldesa, Anna Pagans, se sustenta en el asociacionismo: "Se prevé la construcción de un centro cultural en la antigua fábrica Marfà".
El consistorio también es consciente de la falta de servicios sociales para una población cada vez más envejecida; por eso construirá un centro de día en el antiguo mercado de Santa Eugènia, en desuso. Pero antes tendrá que negociar el derribo con los 25 propietarios del edificio.
La mayoría de las calles son estrechas y andar por las aceras con un cochecito de niño resulta una carrera de obstáculos. Es difícil toparse con algún vecino que mire un escaparate; el comercio está disperso y muchos locales, inactivos. De los 987 establecimientos que tiene el barrio, 362 están cerrados. Con el nuevo proyecto no sólo se mejorará el aspecto urbanístico de las calles de Montnegre y Maçana, sino que, además, esta última, situada en el corazón del barrio, se convertirá en un eje comercial.
Otro punto que tratar es el de los grandes patios, de aspecto descuidado, que esconden los bloques más antiguos, situados en la zona de Can Gibert. El Ayuntamiento está dispuesto a darles color: "Siete pasarán, a partir del 1 de enero a ser de titularidad pública", explica Pagans, lo que seguro que agradecerán los vecinos porque dispondrán de más espacios donde sentarse a charlar y del compromiso municipal de mantenerlos limpios y en condiciones.
Tampoco contribuyen a mejorar la imagen de la zona las calles inundadas de coches. La solución pasa por crear un aparcamiento en rotación. "Contando las viviendas que no disponen de garajes y teniendo en cuenta las plazas que se perderán a causa del nuevo eje comercial, calculamos que harán falta unas 400 plazas de aparcamiento", aclara la alcaldesa.
La compra y venta de drogas es un hecho habitual en el barrio. Esta actividad se concentra en la zona del IES Santa Eugènia: "Se trata de un grupo de jóvenes de entre 16 y 20 años". Lo hemos denunciado al Ayuntamiento, a los Mossos d'Esquadra e incluso a la defensora del ciudadano, pero es una lucha inútil", afirma el profesor del centro Jordi Vilamitjana. "La solución es poner una patrulla de la Policía Local a las horas de entrada y salida de los alumnos", añade.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.