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Once artistas plasman en sus obras el pasado y el futuro del edificio donostiarra de Tabacalera

Fotografías y vídeos guardan la memoria de un espacio que se convertirá en centro cultural

Hace ya casi tres años que los cigarrillos dejaron de salir de las máquinas de la fábrica, pero todo el mundo en San Sebastián sigue llamando al edificio Tabacalera. A la espera de que se reconvierta en Centro Internacional de Cultura Contemporánea (CICC), once artistas han recorrido sus salas para luego plasmar en fotografías, vídeos e instalaciones su particular visión de lo que fue y es este espacio arquitectónico y de lo que puede representar para el futuro de la ciudad. El resultado permanece expuesto hasta el 16 de octubre en las paredes del propio inmueble.

Todavía quedan por cerrar los contenidos exactos del CICC -impulsado por el Gobierno vasco, la Diputación de Guipúzcoa y el Ayuntamiento donostiarra-, pero uno de sus inquilinos seguros será el centro internacional de fotografía gestionado por la Fundación Ordóñez-Falcón, que cederá sus fondos en depósito. Mientras, esta entidad se ha empeñado en ir abriendo el inmueble al público. Hace unos meses organizó una muestra de videoarte; ahora, bajo el título El espacio recuperado, ha invitado a once creadores a plasmar aquello que les ha sugerido la antigua Tabacalera y su futuro uso.

La respuesta ha sido heterogénea, fruto de la particular mirada de cada autor sobre un espacio que abrió sus puertas en Atocha, en el barrio de Egia, en 1913. Por cierto, según recuerdan las hemerotecas, hubo voces críticas que afirmaron entonces que el aspecto exterior del edificio resultaba más propio de un museo que de una fábrica. Casi un siglo después, algunos se preguntan si fue un comentario premonitorio.

El caso es que el fotógrafo francés Pierre Gonnord (Cholet, 1958), por ejemplo, ha dedicado su proyecto expositivo a la memoria humana de Tabacalera, a todos los empleados que fueron labrando la historia de la fábrica compartiendo el trabajo y sus vivencias. Y ha resumido su homenaje en seis retratos de otros tantos trabajadores de la última generación.

Su colega Manel Esclusa (Vic, 1952) recorrió el edificio de noche, iluminado sólo por una linterna. Durante diez horas, fue tomando fotografías de aquello que le iba llamando la atención. Luego vino la selección para una serie de once trabajos (algunos contienen más de una imagen), que arranca con una huella humana y acaba con la señal de unas escaleras descendentes. En medio quedan estampas inquietantes, como la de una taquilla cerrada sobre la que alguien pegó una pegatina con el lema Soy cáncer.

Otro catalán, Ignasi Aballí (Barcelona, 1958) juega con la ambigüedad del ayer y el mañana de Tabacalera. Ha plasmado con la cámara diversos espacios vacíos, desordenados y sucios de la antigua fábrica. Eso sí, antes había instalado en ellos fotografías de la colección Ordóñez-Falcón, anticipando así parte del futuro del edificio.

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Carlos Rodríguez (Madrid, 1966) ha creado Reconstrucción, una grabación que, a modo de collage, refleja los acontecimientos históricos que ha vivido el edificio durante el convulso siglo XX. Aitor Ortiz (Bilbao, 1971) recorre con su vídeo los interminables y opresivos pasillos de los sótanos del inmueble.

Completan la exposición las fotografías de Manfred Hamm, Candida Höfer y Sergio Belinchón, a las que se suman una instalación de Eulàlia Valldosera y el vídeo realizado conjuntamente por Ana Carceller y Helena Cabello.

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