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Reportaje:EL ENTORNO METROPOLITANO DE BARCELONA / 2

La ciudad de las cuatro emigraciones

La realidad metropolitana reserva a Santa Coloma de Gramenet el papel histórico de acoger la fuerza de trabajo de Barcelona

Hace más de cien años, cuando las vacaciones de los poderosos iban de junio a septiembre, algunas familias de la burguesía de Barcelona, como los De Sagarra, ya emigraban para pasar el verano en sus casas solariegas de Santa Coloma de Gramenet. Tanto es así que, según la guía oficial de la ciudad, en 1895 el Ayuntamiento trasladó las fiestas mayores del inverno al verano para contentar a la amplia colonia veraneante. Esta imagen plácida de una población de payeses que por aquellas fechas tenía 3.400 habitantes tiene muy poco que ver con la de hoy: los campos de cultivo y las mansiones desaparecieron absorbidos por la especulación, y sólo se conservan vestigios de casas de verano reconvertidas en espacios culturales.

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Y es que en el último siglo la lógica metropolitana reservó a ciudades como L'Hospitalet de Llobregat, Badalona, Cornellà y Sant Adrià de Besòs la especialización de acoger nuevas industrias y población. "A Santa Coloma, con malas vías de comunicación, pero con suelo residencial abundante, le dejó casi en exclusiva la función de acoger a cuatro oleadas de emigrantes de los últimos 120 años", señala Joan Carles Mas, primer teniente de alcalde.

A finales del siglo XIX, al tiempo que las familias burguesas de Barcelona comenzaban a desplazarse a Santa Coloma para veranear, la ciudad registró su primera inmigración: la de personas procedentes de la franja de poniente, de Lleida y de Valencia. Iban en busca de empleo en la agricultura y el pueblo en 10 años duplicó su población: pasó de 1.700 a 3.400 habitantes.

Un entrenamiento para lo que vendría más tarde, pues hacia la mitad de los años veinte el pueblo agrícola, aislado entonces de su entorno -ninguna carretera nacional ni el tren pasaban cerca de sus casas-, recibió de golpe un alud de gente, la mayoría procedente de Murcia y Andalucía, en busca de un trabajo en las obras de la exposición universal y del metro transversal, lo que hoy es la línea 1. Las obras de la exposición obligaron a despejar parte de la la montaña de Montjuïc de barraquistas, que también fueron a parar a Santa Coloma. Total que la población alcanzó 14.000 habitantes. Entre 1960 y 1980, Santa Coloma recibió imparables oleadas de inmigrantes procedentes en su mayoría del sur de España, pero también de zonas como Galicia. La población alcanzó los 140.000 habitantes. La cuarta y última oleada inmigratoria es la actual, que comienza a finales del siglo pasado y está formada po extracomunitarios en exclusiva.

Santa Coloma, que como todas las ciudades del área metropolitana sufrió un proceso de pérdida de habitantes nada más acabar la tercera oleada inmigratoria, se ha estabilizado en la actualidad en los 120.000 personas, el 18% de los cuales es extracomunitario. Entre ellos son mayoritarios los magrebíes (50%), seguido de una importante colonia china al alza (25%) agrupada en el barrio de Fondo y de la sudamericana (20). En sus calles conviven 90 nacionalidades.

Joan Carles Mas explica que estas cuatro oleadas de inmigración han obligado a Santa Coloma a hacer un sobreesfuerzo de acogida y han creado una sociedad compleja, pero abierta y con un sentido muy arraigado de la propia identidad. A finales del franquismo, Santa Coloma, a diferencia de las ciudades de su entorno, en las que la lucha y las reivindicaciones eran sobre todo sindicales y políticas, se caracterizó por sus fuertes reivindicaciones cívico-políticas. La lucha vecinal que pedía escuelas, equipamientos sanitarios y zonas verdes convirtió a la ciudad en una de las más combativas del entorno de Barcelona.

Los veraneantes burgueses hace mucho que abandonaron la ciudad. Lo hicieron en la década de 1920, cuando la segunda oleada de emigrantes difuminó el atractivo del pueblo payés. Dejaron sus casas, sus jardines y sus fincas, y especularon con ellos más tarde, pero nunca regresaron.

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