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VISTO / OÍDO
Columna
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Un cierto desencanto

Luis Eduardo Aute manifiesta un cierto desencanto por la vida española. Luchó contra el barro fascista y consiguió formas, colores, sonidos; no sólo no quería aquello, y consiguió -consiguieron, conseguimos- transformarlo en otra cosa. Esta cosa es desagradable: "La dictadura del pensamiento único, mercado e imbecilidad". Cantaba Al alba: y el alba no vino a verle. Esta última frase me resuena la memoria: es del poema que Alberti dedicó a Madrid al comenzar la guerra civil: "... Porque si, Madrid, te duermes / querrás despertar un día / y el alba no vendrá a verte". Alberti nació en 1902, de una generación ya gloriosa, que lucho con fiereza y pagó con sangre y con distancia. No se puede decir que mucho de lo que hicieron aquellos hombres se ha perdido del todo.

No se ha perdido que nacieran personas como Aute (1943), que ha continuado la lucha, y es joven para seguir en ella. Su generación no ha sido inútil: parte de lo que tenemos hoy se le debe a ella. Quizá esto sea otra espera del alba; quizá sean unos millones de personas que ya han comprendido el "nunca más" y que tienen un cierto desencanto: pero son más libres de lo que era Aute cuando empezó a luchar: y es por él y por todos.

Generación dura, la suya. No más dura que la de Alberti, claro, que vio a España en llamas, y tardó años en volver porque ya sabía que la transición no era la verdad: no es una cuestión de ver quién sufrió más, quién espera más, quién no espera nada. Tengo casi veinte años más que Aute; quiero decir que cuando él empezó a despuntar la vida y saber el mal que teníamos encima, yo llevaba veinte años viéndolo. Quiero decir que he pasado por demasiados desencantos como para tener uno más. Miro a este joven con agradecimiento: ellos han continuado. Toda su larga ruta, sus dificultades por despuntar, por ser oído, por meter en tres minutos de canción un grito de lucha, por conectar: por evangelizar, diría yo, si esa palabra no estuviese ahora tan desprestigiada, a los que venían detrás. Y por hacer respirar a los que habíamos llegado antes y teníamos nuestra maceta de desencantos florecidos en la rara azotea.

Es falso que el tiempo se divida en épocas, en eras: es un continuo de cada día en el que algo cae, algo regresa, algo se inventa. Simplemente, se trata de no dejar el verso; y que la voz, aunque cascada, siga. Hasta el alba: venga o no venga.

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