Entre Meca y Ceca
Quién iba a decirle a este país que iniciaríamos la Alianza de Civilizaciones por la senda del luto y casi sin apercibirnos, y además desde lo más alto: por el Guardián de Dos Santos Lugares. Yo no me enteré hasta el día siguiente de que toda España había guardado un día de duelo oficial por el rey Fahd Ben Saud, y me sentí tan terriblemente culpable por el lapsus que empecé a dar cabezazos contra la nevera, que es donde me pilló la noticia (a punto de cepillarme unas lonjas de muslo bellotero, oh, impía). De inmediato, más decidida que ninguna a estrechar vínculos y en plan reparador de mi descuido, comprendí que tenía que poner mi reloj a la hora de Marbella si quería rasgarme el caftán. Esta ciudad acompaña a Arabia Saudí en el sentimiento durante tres jornadas, y me parece que, en lamentaciones, va a acompañarla un rato largo más. Salvo que el nuevo rey, Abdalá, que a sus 82 es un guayabo (se conservan mejor los autócratas que los demócratas, que les voy a contar a ustedes), decida seguir la virtuosa senda de su predecesor, y perseverar en la épica de mandar a su séquito de compras por Puerto Banús. Y que haga lo mismo quien desde ahora será príncipe heredero, sultán Abdul Aziz, ése decididamente en la flor de su edad: 81.
El duelo no ha quedado completo, porque ni siquiera hemos guardado un minuto de silencio por las saudíes sin derecho al voto
Lloramos a Fahd Ben Saud por lo que más nos une, el bolsillo. Por las propinas, por las inversiones, por los préstamos, por las beneficencias. Ahora mismo no se me ocurre nada, pero seguro que yo también tengo algo que agradecerle. Si hasta don Juan Carlos se puso corbata negra, aunque imagino que debido a su notable buen corazón y por la tradicional amistad, más allá del hecho de que el difunto le hubiera regalado el penúltimo yate Fortuna. Pobre Marbella. Primero pierde a Gil y Gil, luego a Carmina Ordóñez y ahora se queda sin un benefactor por el que también se pena en Líbano (inversiones, compras, préstamos, propinas, petrodólares: y muchos turistas saudíes; los que dejaron de venir a Marbella, mira tú).
Parece que, en noviembre, tendremos cumbre de las Civilizaciones en Mallorca. Espero que, para entonces, hayamos encontrado los caminos que conducen a las alianzas con las bases de la pirámide. O se hace en serio o acudirán los mangantes de siempre (gente de la Liga Árabe, por ejemplo; aunque se me ocurren bastantes otros gorrones pertenecientes a esta orilla del Mediterráneo, e incluso a aquélla del Atlántico), más la miríada de expertos en terrorismo islámico que ha brotado en los últimos tiempos. Son los miembros del tejido social todavía sano de los diferentes países quienes tienen que aportar sus puntos de vista; los maestros, investigadores, los periodistas, los médicos y otros profesionales que malviven porque no viven del cuento ni están pegados a los privilegios que les conceden sus gobiernos autoritarios, a cambio de su sumisión. Las mujeres, por Alá. Las mujeres.
Más que alianza, fusión, y más que fusión, crisol, es lo que ofrece sin salir de sí mismo el ministro de Defensa, don José Bono. Mi héroe sincrético: como una madre para con la milicia, pero también un duro jacobino cuando está en juego la ¡Unidad de España! Alguien tan completo en su religiosidad como en su condición de demócrata. Un hombre que da a Cristo lo que es de Cristo y a la Curia lo que merece; que retira al Ejército de Irak y devuelve a las familias del Yak la dignidad que les fue arrebatada. Y que arenga en Afganistán a nuestros soldados, en mangas de camisa, con la misma campechanía con que, allá en Castilla-La Mancha, recorría los pueblos más remotos con un ordenador donde constaban los nombres y datos de cada componente del pueblo llano (o eso dice la leyenda. Porque Él es Leyenda).
Pelos de punta se me pusieron (hacia adentro, que es como duelen) cuando prometió Vencer o Partir en el asunto de subirles el sueldo a los militares. Y además, en un Momentazo Alianza Total, el ministro dio las más fervorosas gracias al pueblo afgano, iniciando su parlamento con un: "Ciudadanas y ciudadanos de Afganistán". Dando por sentado que queden ciudades allí, y que las ciudadanas le escucharan, cómo debieron de emocionarse ellas, bajo sus burkas.
Personalmente, pienso que este duelo ha quedado algo incompleto, porque ni siquiera hemos guardado un minuto de silencio por las saudíes que no tienen derecho al voto, por las saudíes acusadas de adulterio, a las que se lapida, y por los ladrones a los que se les corta una mano.
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