El 11-M se fraguó en torno a barbacoas
Acusados de los ataques del 11-S, Casablanca y Madrid se radicalizaron junto al río Alberche
El 11-M empezó a fraguarse en una zona de recreo del río Alberche, a su paso entre Aldea del Fresno y Navalcarnero (Madrid). La mayoría de los principales implicados en los atentados de Madrid, algunos de los encarcelados por los ataques de Casablanca (Marruecos) y los supuestos colaboradores en España del 11-S se reunieron durante varios veranos en ese río para jugar al fútbol, hacer una barbacoa, nadar y rezar.
Luego hablaban "de los conflictos que existían y de la situación en Palestina, Chechenia y de la situación de los musulmanes en el mundo y en España". Allí fue donde por primera vez, tras la implicación de España en el conflicto iraquí, Serhane Ben Abdelmajid, el Tunecino, comenzó a incitar a sus correligionarios a atentar aquí.
Los primeros datos sobre las reuniones de radicales en el río Alberche surgieron en la investigación del 11-S en España. Ya entonces se supo que Imad Eddin Barakat Yarkas, Abu Dahdah (supuesto jefe de una célula de Al Qaeda en España) estuvo allí. Tras las primeras detenciones por el 11-M, la policía localizó la casucha en Chinchón (Madrid) de donde partieron los terroristas para el ataque, por lo que pensó que ése era el lugar de las citadas reuniones, ya que el río Tajuña pasa muy cerca.
Identificar a los asistentes
El lugar verdadero de la vega del Alberche lo identificó Mohamed Kafarna durante su interrogatorio por el juez Juan del Olmo, aunque fue otro detenido, Abdelkrin Lebchina, quien identificó a la mayoría de los asistentes. "Cuando se reunía en el río Alberche, que está después de Aldea del Fresno y Navalcarnero, iban el declarante [Kafarna], Mouhannad y Moutaz [los hermanos Almallah, con contactos directos con Al Qaeda], Serhane [el Tunecino], Basel [Ghalyoum, supuesto autor material del 11-M]", reza en el sumario.
Parecía una reunión de amigos. "Cocinaban, jugaban, nadaban, hablaban y rezaban". El adoctrinamiento venía tras de los rezos. Ahí el Tunecino era intransigente. "No le gustaba que otro le corrigiese y tampoco cambiada sus ideas". ¿De qué hablaban? "Del tema religioso y de los conflictos que existían". Poco antes del 11-S, Kafarna se sorprendió por la presencia en la barbacoa de Abu Dahdah. "No sabía que iba a ir. No sé si lo sabían Mohannad y Moutaz, posiblemente sí, pero el resto del grupo no lo sabía", declaró Kafarna.
Abu Dahdah llegó con tres personas más, que fueron identificadas fotográficamente por Lebchina. Al primero del grupo que reconoció fue a Jamal Zougam. Lo señaló sin género de dudas al igual que las dos personas que le acompañaban: Abu Dahdah y Amer el Azizi, considerado este último un alto dirigente de Al Qaeda en Europa y en busca y captura por medio mundo.
A los picnics del Alberche fueron también Mustafá Maymouni (preso por los atentados de Casablanca), Dris Chebli (al que la policía vincula con todas las tramas radicales islamistas de España), Khaled Zeimi Pardo (lo mismo que el anterior), Mohamed Afalah (huido tras el 11-M y que era el lugarteniente de Allekema Lamari, muerto en Leganés), Rachid Bendouda (Rachid el Gordo, preso por el 11-M), Mouad Benkhalafa, Mohamed el Malayin y Abdullah Derra y Djamel Dahmani. Cuando rezaban, las oraciones las solía dirigir Abdullah Derra, "que sabe más de religión y del Corán. A veces la dirigía otra persona".
El juego predilecto del grupo del Alberche era el fútbol. El propio Lebchina vendía camisetas del Real Madrid en la zona de la Puerta del Sol. Los investigadores tienen varias fotos de implicados vestidos con la camiseta blanca. El grupo inicial, el nudo gordiano del radicalismo islámico en España, siguió jugando al fútbol hasta poco antes del 11-M. De hecho, a los investigadores les sorprendió que en la furgoneta Renault Kangoo con restos de explosivos hallada el día de los atentados en Alcalá de Henares hubiera doce petos de colores como los que utilizan los equipos de fútbol en los entrenamientos.
Con el tiempo, el grupo se fue trasladando para sus reuniones a lugares que consideraban más seguros: la casa de Faisal Allouch (preso), la peluquería Paparazzi (en Lavapiés), un local comercial de la calle de la Virgen del Coro (núcleo duro del adoctrinamiento final) y la casucha de Chinchón, donde celebraron su última fiesta poco después del 11-M.
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