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Cuestión de cálculo | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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Acostarme con todas las mujeres

Sigmund Freud dijo que el deseo inconsciente de todo hombre era matar a su padre y acostarse con su madre. Woody Allen dio un paso más, al declarar que su propósito sería matar a todos los hombres del mundo y acostarse con todas las mujeres. Entiendo perfectamente al cineasta, pero personalmente me daría pereza asesinar a la mitad de la población mundial. Sin embargo, acostarme con la otra mitad me haría bastante gracia. ¿Cuánto tiempo me llevaría realizar semejante proeza?

En el mundo hay, aproximadamente, tres mil millones de mujeres. Mi sentido de la ética me lleva a descartar a las menores de edad, y mi sentido de la estética, a las que no me gustan demasiado. Aun así, en el mundo hay cerca de mil millones de mujeres con las que no me importaría nada coitar alegremente. Mentalmente, me dispongo a ello y analizo a algunos célebres maestros.

Georges Simenon hacía el amor cada día con tres mujeres. No quiero ser más que él, pero tampoco me apetece serlo menos

Georges Simenon, por ejemplo, hacía el amor cada día con tres mujeres distintas. No quiero ser más que él, por supuesto, pero tampoco me apetece serlo menos. Me quedo con su marca. Si dividimos mil millones de mujeres entre tres descubro, asustado, que debería dedicar a mi ambicioso proyecto nada menos que novecientos mil años, aproximadamente el tiempo transcurrido desde la invención del fuego. Y eso, realmente, es demasiado tiempo. Creo que es la primera vez que me dan bastante rabia las matemáticas. Calcular cosas ha llevado al hombre a la Luna, pero ahora demuestra mis limitaciones. Ni las mujeres ni yo, desgraciadamente, viviremos novecientos mil años y, por tanto, jamás podré cumplir el propósito de Woody Allen. Además, la cifra que hemos obtenido podría ser todavía mayor. Tal vez debería añadir algunos minutos de conversación poscoital, aunque sólo sea para no quedar como un machote egoísta. En ese caso, las cosas se ponen todavía más difíciles. Pero aunque consiguiera alcanzar la inmortalidad y dedicar el tiempo que quisiera a cada mujer, surgiría de repente un riesgo añadido: ¿qué pasa si me voy enamorando al terminar cada coito? ¿Podría resistir mil millones de enamoramientos a lo largo de mi vida? Todo es excesivamente complicado. Noto, con tristeza, que jamás podré acostarme con todas las mujeres que me gustan. No obstante, me queda todavía un consuelo, muy débil, pero tal vez me sirva de algo. Recordemos que el deseo del genio era doble; quería también matar a todos los hombres. ¿Me daría tiempo, al menos, a hacer eso, aunque sólo sea para compensar la amargura de saber que no podré jamás acostarme con todas? ¿Cuánto tiempo me llevaría acabar con todos los hombres del mundo? Por desgracia, no es preciso calcular esto último. Crear lleva más tiempo que destruir, como dice y sabe todo el mundo. Una potentísima bomba, por ejemplo, solucionaría las cosas en diez segundos y medio. Además, ahora que lo pienso, les aseguro a ustedes que no quiero matar a todos los hombres, y a Ti te aseguro que no quiero acostarme con todas las mujeres.

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