Irlandeses
Quizá ahora termine la guerra en Irlanda. Quizá termine en el País Vasco. No son iguales las dos luchas: los irlandeses tienen razón. Esto no justifica la pena de muerte individual o indiscriminada, que en el fondo es la manera de guerra; pero la realidad es que Irlanda fue un país colonizado por Gran Bretaña, del que queda irredento el Ulster, cuyos habitantes están divididos entre los ingleses dominantes y los irlandeses dominados. Las diferencias son visibles. El maltrato a los irlandeses viene desde hace siglos; es decir que la lucha de clases se une al racismo y divide a los acumuladores de riquezas y a los saqueados. No lo hay en el País Vasco, donde ricos y pobres son tan vascos unos como otros, y donde la miseria no existe. Tratar de negar, como se exige ahora, los orígenes de cada terrorismo es tan grave como dejar de conocer: es ignorar cómo defenderse. Sólo lo manda aquel que sabe que no tiene razón y se niega a reconocerlo. Es un conservadurismo clásico: no aceptar que las cosas cambien y pelear por mantenerlas como están, puesto que uno es favorito de esta manera de estar, que se convierte en una manera de ser. No es posible negarse a ver que los países en guerra contra nosotros son los que nosotros colonizamos y, peor aún, descolonizamos después de hacerles perder sus atributos y sus fuentes de vida, dejándoles en una miseria sin posibilidad de redención. El caso africano es aún más visible y más duro que el de los países islámicos: están muriéndose visiblemente, de hambre y de enfermedades, de carencias de todo tipo y, entre ellas, de la falta de medicamentos que no les dejamos fabricar, porque no tienen dinero para pagar las patentes, y les damos armas baratas y señores de la guerra para que sean ellos mismos los que se exterminen. Mejor que lo que nadie diga: véase La pesadilla de Darwin, aunque haya pocas salas que se arriesguen a proyectarla.
Es posible que esta vez sea verdad, y que lo sea aquí. En Irlanda las negociaciones han sido largas y se han expuesto a todos los fracasos hasta hoy; y aún no sabemos si algunos descontentos, católicos o protestantes -llamándoles así por las superestructuras que les caracterizan de una manera externa-, seguirán con la bomba o la pistola: serán individuos de los bandos que creen que sólo existe una "victoria final". Quizá las desigualdades de clase no se extingan, y la guerra volverá otra vez.
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