Llegó la dignidad
Pasado el bochorno que para la feria supuso las actuaciones de las figuras ante sus escogidos marmolillos en borrego, la plaza se vistió de gala para recibir el primero de los dos festejos toristas.
Los pupilos de Cebada Gago no defraudaron. No se piensen que los herederos del hierro mandaron un encierro de los de aquí te espero; sencillamente acertaron con el trapío que una feria y una plaza como la de Santander precisan. Los cebada no se comieron a nadie. Tampoco los del castoreño trabajaron a destajo. A puyazo por morrillo salió la cosa. Transmitieron emoción, no se cayeron y llegaron boyantes al último tercio. ¿Se puede pedir algo más? Pues sí. Hay que solicitar a quien proceda que cuando salga un toro digno y noble no lo estoquee Padilla.
Gago / Fundi, Padilla, Marco
Toros de los herederos de Cebada Gago: bien presentados y nobles; 3º, devuelto; sobrero del Puerto de San Lorenzo: manso. El Fundi: pinchazo, estocada delantera, descabello -aviso-, descabello (palmas); estocada ladeada (oreja). Juan José Padilla: estocada contraria (oreja); media -aviso-, cinco descabellos (palmas). Francisco Marco: pinchazo, estocada, descabello (oreja); pinchazo, estocada (gran ovación). Plaza de Santander. 29 de julio, 9ª de feria. Lleno.
A Juan José le fue a tocar por suerte el mejor toro del encierro y de lo que va de feria. El gaditano, fiel a sí mismo y a su charanguero público, se lo dejó sin torear para desgracia del ganadero y pena de la afición. Lo recibió con cinco largas cambiadas. Puesto en pie arruinó a la fundamental verónica. Regresó a las chicuelinas y a los faroles. Dos veces tuvo que coger el olivo al alternar en banderillas con El Fundi. Éste es su tercio fuerte. La faena, un toma y daca sin sentido, sin pausa, sin arte ni parte: un amontonamiento de medios trapazos, mezclados con molinetes, pases de rodilla y manoletinas. En vez de meterle una multa o cuando menos una denuncia, le dieron una oreja. Así está la cuestión. Se le pira un toro un de puerta grande y casi le sacan en hombros.
Lo del segundo también fue de juzgado de guardia. El manteo con el capote, antes lidia, corrió a cargo del tercero de la cuadrilla. No hay toro que resista sin descomponerse tan ingente número de capotazos. Éste sí, pero no le sirvió para nada. El trasteo fue de tal calibre que no sería digno del puntillero encargado de los mantazos.
La dirección de la lidia corrió a cargo de El Fundi. Ejerció bien esta labor. Su actuación cabe encajarla en aquél que está de vuelta. Su momento profesional está por encima de toda duda. Su ofrecimiento queda claro ante cualquier oponente. O lo ve factible, o pasa. No le gustó el recorrido por el pitón derecho del que abrió plaza. Las verónicas le salieron descargadas a derechas y cargadas a izquierdas. No había recetado tres pases con la muleta y ya no le gustaba lo que hacía el toro por el pitón izquierdo. Solución: la calle del medio, tizona y a otra cosa. En el otro se dejó aplaudir con los palos. Boyante le llegó el animal a la muleta. La interpretación del madrileño no estuvo a la altura de su noble animal. Despegado, abierto el compás, perdiendo pasos y muy retorcido, son demasiados defectos para alcanzar la perfección. Su experiencia y habilidad transfirieron a los tendidos emoción, por lo que le concedieron premio.
Francisco Marco es, como tantos otros, hijo de la necesidad. La falta de oportunidades hace que sus recursos técnicos sean pobres. Esta falta de prestaciones la solventa poniendo corazón, ilusión y afición. En una profesión en la que el corazón y las ilusiones vayan por delante de la cabeza, malo.
Su primero, un bien presentado y noble ejemplar, hacía presumir un triunfo importante; su tranco y sus suaves embestidas por ambos pitones así lo avalaban. Un puyazo mal colocado descordó al animal, que fue cambiado. El presidente, generoso dado que la circunstancia ocurrió durante la lidia, le otorgó otra posibilidad al dejar salir el sobrero. Éste, un sosote y descastado toro, le puso más complicada, si cabe, su labor. A base de fajarse, dejando series no exentas de gusto, rematando las mismas con variedad, fue ganando poco a poco los tendidos. Sólo quedaba la espada. Se tiró a muerte. Quedó colgado en el asta afortunadamente sin consecuencias. El triunfo fue suyo.

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