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Análisis:VOCES ESPAÑOLAS DE LA NOVELA HISTÓRICA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Preguntas, desacuerdos y aciertos

DESDE EL primer día que visité de la mano de mi padre la biblioteca de mi pueblo, sentí fascinación por los relatos recreados en escenarios del pasado. Pero en sus anaqueles únicamente hallé libros de autores griegos, Afrodisias, Herodoto, Tucídides, y sobre todo de anglosajones o franceses, como Flaubert, Thomas Mann, Gore Vidal, Walter Scott, Marguerite Yourcenar, Taylor Cadwel, Victor Hugo o Robert Graves, que no obstante me sirvieron de canon para mis escrituras futuras.

Sin embargo desde hace unos años, la novela histórica hecha por autores españoles se ha convertido en un boom comercial y en un humanismo literario que levanta fervor, pero que suscita agrias críticas y no menos contradicciones. "Yo creo novelas, yo sólo escribo novelas", sostenía Mújica Laínez, y yo lo ratifico. Entonces, ¿por qué se plantea entre los críticos un término de distingo entre la novela histórica y la novela, digamos contemporánea? Es evidente que en la expresión revolotea una paradoja interna, por cuanto se precisa de una documentación para crearla y se reinventa una realidad pasada, frente a la otra novela más pura, que se nutre de preceptos enteramente ficticios.

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Pero esta discordia se propone estérilmente, pues ambas formas de crear literatura poseen las mismas obligaciones. Una para con el lenguaje bello y estético, la supremacía de la palabra y la creación. Otra para con el lector, pues hemos de mantener el compromiso de conducirlos a tramas consistentes, escenarios vivos y personajes atractivos y únicos. Y por último, una y otra, han de inducirnos a la reflexión interna y a espolear nuestros sentimientos. No obstante no dejo de reconocer que la novela histórica corre el riesgo de convertirse en un detonador de explosión retardada, si sólo nos limitamos a producir mera erudición o arqueología histórica, y trasladarnos a universos del pasado con un lenguaje vacuo, sin más.

Y entonces, ¿cuáles pueden ser las causas de esta incontestable aceptación social? Estimo que tal vez porque en muchas de las novelas históricas concebidas hoy abundan más virtudes literarias y destrezas estilísticas de las que algunos presuponen, quizá porque por vez primera los autores hispanos hemos asumido la posición de testigos omniscientes e imparciales de la historia, con libertad e imaginación para dirigir el coro de voces de la narración. Y sobre todo porque al fin desterramos el pudor para describir los signos del alma, las peculiaridades de los espíritus, y nos recreamos en las vidas de los llamados "personajes indignos de la historia", los más ricos en matices psicológicos, pues de lo contrario nos convertiríamos en meros biógrafos.

En una gran parte de los novelistas históricos de la actual onomástica, femenina y masculina española, se advierte la forzosa finura de cálamo para traspasar los límites de la historia, desnudar el fondo de los personajes y narrar las controvertidas miserias y virtudes de los seres humanos de cualquier época, el amor redentor, la eterna confrontación entre el progreso y la barbarie, la inquieta psicología del ser humano, el destino de los pueblos, y el ansia de poder, la venganza, las dudas, la fe y el valor. Quizá hallamos aprendido que una novela histórica no es sino una excusa para inventar quimeras de belleza estética, más íntima, más libre y más atractiva. Pero lo que sí está claro es que el hombre actual, carente de referentes morales y de asideros de identidad, ansía acudir a los paraísos perdidos de su ayer histórico, con la pretensión de hallar las claves para afrontar su azarosa vida y sobrevivir a un mundo ávido y trivial.

Jesús Maeso de la Torre (Úbeda, 1949) es autor de libros como Al-Gazal, el viajero de las dos orientes, El Papa Luna y El auriga de Hispania (todos en Edhasa).

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