_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Rauchmanía(s)'

¿Qué quedará de Neo Rauch cuando el mercado que le arropa se atragante de toda su bulimia iconográfica, cuando ya no haya en su biografía más que una triste anécdota, ese niño con nombre de héroe matrix que perdió a sus padres, estudiantes de arte, en un accidente de tren, y que sólo la enigmática y atractiva teatralidad de la propaganda socialista que recibía desde la Academia de Leipzig pudo convencerle de la necesidad de vengar su prematura orfandad, de manera que ya no sería Neo, sino un hombre murciélago, una rata voladora dando tumbos en la oscuridad de las cavernas sólo capaz de encontrar su fuerza mutable en un mundo de apariencias platónicas -la historia del arte con toda su progenie directa- C. D. Friedrich, De Chirico, Beckmann, Magritte, Delvaux, Balthus, Hopper, Freud, Baselitz, los constructivistas, Gutiérrez Solana, Caulfield... Mateo Charris...? Pues si hemos de hacer caso de la vehemente sarta de elogios que le dedican los historiadores Juan Manuel Bonet y Robert Hobbs, habrá que concluir que estamos ante un caso paradigmático de artista-crítico cultural, que en lugar de pintar latas de sopa en Nueva York y venderlas en Düsseldorf, pinta trabajadores vestidos como para una expedición espacial sildava y los vende en la galería David Zwirner de Manhattan. Nada mejor para desinhibirnos de estúpidos complejos culturalistas que definir el furor que hoy crean los grandes formatos pictóricos del autor alemán, como lo hacen hoy sus panegiristas al hablar de la rauchmanía. En realidad, pocas dudas puede haber acerca de la superioridad de Neo Rauch (Leipzig, 1960) en cuanto a dibujante y devorador de ficciones populares, el cómic y el cine. ¿Qué es entonces lo que le ensombrece como artista, o simplemente le convierte en simple traductor de vagas referencias pictóricas de la historia occidental, sin exigirle la más mínima prueba de la existencia de "uno de los universos simbólicos más personales y enigmáticos de la nueva pintura europea", que ve Bonet en su obra? Pues eso mismo, la ausencia de un mundo propio. Porque un artista, un creador, es aquel que, muy a su pesar, arrastra sobre sus espaldas un deseo de distinción -que es también la resignación a su propia soledad-, motivo a la vez de todas sus metáforas, y que además es capaz de acomodar su lenguaje a la multiplicidad de sensaciones que le ofrece el mundo. Vista la pintura en su conjunto, el trabajo de Rauch es el de un dibujante escudado en su anonimato. Diseña cuadros como el que diseña ropa, tiene una "marca", sí, pero nunca está dispuesto a perder su compostura historicista ante su incapacidad para expresarse. No importa, la espuma de Rauch subirá, será inevitable. Parafraseando a Wilde, algunas manías, cuando pasan de moda, se convierten en costumbres.

NEO RAUCH

Juan Manuel Bonet (comisario)

CAC. Alemania, s/n. Málaga

Hasta el 18 de septiembre

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_