A 12 grados en pleno verano
La localidad sureña ofrece un recorrido refrescante por las centenarias cuevas donde se elabora y conserva el vino
Habitación de trogloditas, refugio de profetas, retiro de eremitas, criadero de vírgenes, inspiración de mitos y filosofías, boca de los reinos infernales, lugar de iniciaciones y aquelarres... No es exagerado decir que el hombre, como el cabrales, es un producto de la cueva, y menos viendo cómo se pelean algunos en los pasillos del Congreso.
La cueva es el útero en que se gestó la cultura, buena o mala, que hoy tenemos. Incluida la del vino, pues fue en las cuevas de Asia Menor, hace 8.000 años, donde se descubrió que el mosto fermentado, a su fresco resguardo, no devenía en vinagre. De cuevas saben algo en Colmenar de Oreja.
En el siglo XVIII, la última vez que alguien se tomó la molestia de contarlas, había 150. Raro era el hogar que no tenía la suya y, como recuerdan los más viejos de lugar, constituía una ocupación habitual, cuando diluviaba en el viñedo, quedarse en casa picando para agrandar la bodega. Resultado: un laberinto obscuro e ignoto excavado, paradójicamente, en la deslumbrante y muy famosa piedra caliza de Colmenar, la misma que lucen el palacio de Oriente y la fuente de Cibeles, el alicatado del museo Thyssen y el renovado Teatro Real.
Caldos blancos y rosados fermentan en mastodónticas tinajas adquiridas hace un siglo
Cierto que la manera de hacer vino ha cambiado: la tinaja de barro ha sido derogada por el depósito de acero; el vinicultor intuitivo, por el enólogo de carrera, y la elaboración casera, por nueve bodegas adscritas a la denominación de origen Vinos de Madrid, subzona de Arganda, que producen más de dos millones de litros al año.
Algunas bodegas, sin embargo, ofrecen la posibilidad de visitar sus dependencias soterrañas, con el aliciente añadido de que el termómetro, allá abajo, no suba de 12 grados, lo cual es muy de agradecer en verano y más en el sur de Madrid. Jersey, obligado.
En la calle de la Bajada de las Monjas, junto al convento de la Encarnación, abre sus puertas Bodegas Peral, donde se conserva una cueva de 1872 con 31 panzudas tinajas y una técnica tan olvidada como la sobremadre; esto es, fermentar el vino con parte de los hollejos.
Todo ello es el espejo de su propietario, Antonio Peral, un hombre franco y sencillo que añora los tiempos en que los nuevos ricos -constructores, futbolistas, cantantes...- aún no habían entrando a saco en el sector y la nueva cursilería no había convertido el vino en un artículo de lujo, sólo para gourmets y días festivos.
Dos calles más adelante -en Convento, 19-, está Figueroa, una bodega fundada en 1962 por Francisco Figueroa Taranco, a la que su hijo, Jesús, le ha pegado un repaso importante -depósitos de acero inoxidable y equipo de frío-, sacrificando el tipismo de las instalaciones en aras de la calidad de los vinos. Entre ellos, destacan el blanco joven elaborado con uva malvar y el tinto de tempranillo que se cría bajo tierra en 25 barricas de roble americano.
Al final de la misma calle, se encuentra la que, para nuestro gusto, es la más bella bodega de Colmenar: Jesús Díaz. Nos maravilla la vetusta sala donde blancos y rosados fermentan en 17 mastodónticas tinajas de 5.500 litros que adquirió hace un siglo el bisabuelo Florentino. Y nos estupefacta la profunda cueva, que fue cavada en el siglo XV por los monjes del desaparecido convento de Franciscanos y hoy está consagrada a los crianzas y espumosos.
Además, bajo reserva, se organizan degustaciones de vinos y comidas en las que no suelen faltar las chuletillas asadas al sarmiento.
Doblando la esquina, en la calle Casas Quemadas, se ven las ruinas de un par de hornos de cocer tinajas, triste recordatorio de los 32 alfares de antaño dedicados a tal menester y que prácticamente empedraron de orondos recipientes las dos Castillas. Y allí al lado también, junto a la fuente de los Huertos, se alza la ermita de San Isidro, cuya bóveda es un calco de la de uno de aquellos hornos. En realidad, si se piensa bien, bóvedas, hornos, tinajas y bodegas no son sino variaciones de la forma primigenia: la cueva.
Queso de oveja, dulces y tinajas
- Cómo ir. El acceso más cómodo es por la A-3 hasta Villarejo de Salvanés, luego por la M-404 hasta Belmonte de Tajo y finalmente por la M-311 hasta Colmenar de Oreja. En total, 61 kilómetros. En autobús: línea 337, con salida de la plaza del Conde de Casal.
- Bodegas. Peral (teléfono: 91 894 32 37), Figueroa (teléfono: 91 894 48 59) y Jesús Díaz (teléfono: 91 894 33 78) admiten visitas todos los días de la semana, por la mañana y por la tarde, siempre con cita previa.
- Otras visitas. Plaza Mayor, iglesia de Santa María la Mayor, convento de la Encarnación, teatro Diéguez, jardines de los Huertos y del Humilladero y ermitas de San Roque, San Juan y San Isidro.
- Comer. La Paca (teléfono: 91 894 33 15): judías a la Paca, patatas chulas, ternera al desarreglo y tomate de racimo en dulce; 30 euros. La Cantina (teléfono: 91 894 44 26): pescados salvajes, carnes rojas y postres caseros; 25-30 euros. Casa Neo (teléfono: 91 894 31 54): especialidad en cabrito asado; 30-35 euros. Bodegas Jesús Díaz (teléfono: 91 894 33 78): menús por encargo para grupos; 30-60 euros.
- Dormir. La Casa del Tío Luis (teléfono: 619 13 86 89): casa del siglo XVIII, con cueva, patio, jardín y piscina; doble, 90 euros. Hostal Colmenar (teléfono: 91 894 25 64): coqueto, bien equipado y económico; 50 euros. La Casa Alta (Belmonte; teléfono: 91 874 74 33): antigua casa de labradores, con decoración vanguardista; 75 euros. Parador de Chinchón (Chinchón; teléfono: 91 894 08 36): convento de agustinos del siglo XVII, con mueble clásico y castellano; 142 euros.
- Compras. Además de vino en las citadas bodegas, pueden adquirirse quesos artesanales de oveja en Ciriaco (Convento, 8), dulces elaborados con vino blanco en la panadería Daniel C.B. (Empedrada, 22) y tinajas típicas en Miguel García (Casas Quemadas, 7).
- Más información. Oficina Municipal de Turismo (Plaza del Mercado, s/n; teléfono: 91 894 37 61). Y en www.colmenardeoreja.com
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