Richard Doll, considerado el decano de los médicos epidemiólogos
Considerado el decano de los epidemiólogos, William Richard Shaboe Doll nació el 28 de octubre de 1912. Falleció el pasado domingo a los 92 años. Hijo de un médico afectado de esclerosis múltiple, se graduó en Saint Thomas el 1937. Estudiante radical, se afilió al partido comunista, que abandonó desencantado por el pacto nazi soviético. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió como médico en un navío-hospital hasta que le diagnosticaron una tuberculosis renal.
Entre las múltiples aportaciones a la epidemiología y la salud pública destaca el descubrimiento del papel causal del tabaco en el cáncer de pulmón. Una modélica investigación compartida con Bradford Hill, que comportó el abandono del tabaco por la mayoría de los médicos ingleses, entre los que se contaba él mismo. En aquella época la prevalencia del tabaquismo rondaba el 80%, mientras que en la actualidad se sitúa en un 25%. Según su colega y sucesor sir Richard Peto, "el trabajo de Doll ha prevenido millones de muertes prematuras en el siglo XX y evitará decenas de millones en nuestro siglo. Ha sido único en la historia de la Medicina".
Colin Blackmore, actual director del Medical Research Council, donde Doll trabajó durante más de veinte años, afirma que "su demostración de la relación entre el tabaco y el cáncer es comparable al descubrimiento de la penicilina o al desarrollo de la vacuna antipolio". El magisterio de Richard Doll abraza muchos de los ámbitos de la epidemiología de las enfermedades no transmisibles, desde la úlcera duodenal hasta las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.
Su habilidad en la aplicación del análisis estadístico al estudio de los problemas de salud fue, en un tiempo de reticencias de los clínicos a las matemáticas, fértil semilla para el progreso de la epidemiología. Los dúos Doll-Hill primero y Doll-Peto más tarde han contribuido decisivamente al carácter científico de la salud pública. Pero para los que tuvimos la fortuna de conocerle fue, sobre todo, una personalidad encantadora, respetuosa y accesible.
Nombrado en 1969 sucesor de Pickering como Regius Profesor en Oxford, apoyó la creación del Green College, una iniciativa mal entendida por muchos estudiantes y algunos profesores al establecer relaciones con la industria sanitaria. Pero cuando se jubiló en 1983 el prestigio de la institución era incontestable. Una colaboración independiente y rigurosa que permitió llevar a cabo un fructífero programa de actividades iniciado por su esposa Joan Faulkner, fallecida hace apenas cuatro años.
A propósito del juicio del síndrome del aceite tóxico, sir Richard Doll, comisionado por la OMS para el esclarecimiento de las causas de la devastadora epidemia de 1981, formó parte del equipo de peritos requeridos por el tribunal. En la sala habilitada en la Casa de Campo de Madrid durante el caluroso verano de 1987, con los acusados separados del público por una mampara protectora, la inteligencia, la sutileza y la firmeza de Doll fue ejemplo y estímulo para afrontar los sinsabores de la estrategia de los abogados defensores.
Hace sólo dos años y medio, uno de nosotros (SS) le visitó para entrevistarle con motivo de la edición del libro Back to the front, en homenaje a otro notable epidemiólogo, Archibald Cochrane, discípulo como él, y Geoffrey Rose de Sir George Pickering. Té de bienvenida, comida servida por él mismo en la cocina de su encantadora casa de Oxford e incluso, en el más depurado estilo británico, la galante compañía en su coche, conducido por él mismo, hasta la estación del tren, ante la mirada preocupada de su ama de llaves. Un recuerdo memorable.
Nombrado oficial de la orden del Imperio Británico en 1956 y caballero en 1971, formaba parte desde 1996 del selecto grupo de 65 Companion of Honor. Por sus títulos, pero sobre todo por sus aportaciones y por su humanidad, como socios de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña y Baleares, nos sentimos honrados con su aceptación de socio de honor, en 1996, a propuesta de la Sociedad de Salud Pública.
Sir Richard nos ha dejado sin que hayan prosperado los esfuerzos para que recibiera el Premio Nobel, un galardón que hubiera supuesto el reconocimiento de que la ciencia no es sólo útil para comprender la realidad, sino también para transformarla. De todos modos, el testimonio de una vida dedicada a la ciencia y a la lucha por la libertad y la justicia son un legado más valioso que cualquier premio.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.