Al límite humano
Con sus siete Tours, Lance Armstrong ha conseguido una hazaña única, sin parangón en la historia del ciclismo y al límite de lo humanamente alcanzable. Si me apuran, una hazaña que a los verdaderos enamorados de este deporte nos deja un sabor agridulce: ha sido capaz de desafiar y vencer a la leyenda del Tour. Esa que dice que los grandes campeones se despiden de esta carrera sin ganarla, dignamente derrotados por sus montañas. (Lo cual agrandaría aún más sus triunfos previos). Como le sucedió a Miguel Indurain, más grande si cabe en la derrota que en la victoria. O al más grande de todos los tiempos: Eddy Merckx.
En cualquier caso, por encima de cualquier juicio de tipo deportivo, lo conseguido por el americano es un verdadero ejemplo y un soplo de esperanza para los enfermos de cáncer de todo el mundo. En octubre de 1996, le fue diagnosticado un cáncer de testículo en estado avanzado, que ya se había extendido, en forma de metástasis, a sus pulmones y a su cerebro. Además de su fuerza de voluntad y de sus ganas de vivir, para salvar su vida fue necesario que un prestigioso cirujano le operase el cerebro en una complicada intervención quirúrgica, y que el ciclista se sometiese a un agresivo tratamiento de quimioterapia. Ésta consiguió matar a las células cancerosas, pero al precio de dañar otros tejidos de su cuerpo, como sus pulmones y sus músculos, y de sumirle por ello en un profundo estado de debilidad y fatiga - "como nunca había experimentado antes en mi vida", en palabras textuales del campeón-. A pesar de todo, fue capaz de reeducar a sus debilitadísimos músculos (adoptando una pedalada muy ágil, tipo molinillo, tan típica suya) y de sobreponerse a los efectos devastadores que el cáncer y la quimioterapia habían producido en sus tejidos. Su esfuerzo, unido a una herencia genética privilegiada -posiblemente algunos de sus triunfos antes de 1996 los haya conseguido cuando el cáncer ya había empezado a crecer dentro de su cuerpo y a consumir sus reservas energéticas- le han permitido ganar siete veces la prueba de resistencia física más exigente (no lo duden) a la que se puede enfrentar un ser humano.
Su hazaña refleja la capacidad del cuerpo humano de adaptarse al entrenamiento físico, por muy deteriorado que sea su estado previo. Gracias a los avances de la biomedicina, la tasa de supervivencia de muchos tipos de cáncer ha aumentado muy significativamente en los últimos años. Así, un importante desafío al que se enfrenta la medicina del siglo XXI es el de mejorar la calidad de vida y el estado físico en el que quedan todos aquellos que consiguen vencer al cáncer y a otras enfermedades crónicas. Y en ello el entrenamiento físico tiene mucho que aportar.
Por si todo lo citado no fuese suficiente, Armstrong ha creado una prestigiosa fundación que invierte mucho dinero en investigación contra el cáncer. ¡Gracias, campeón!
Alejandro Lucía es catedrático de la Universidad Europea de Madrid.
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