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Brasil sin Brady

Juan Ignacio Crespo

Es sorprendente hasta qué punto la inversión financiera en Latinoamérica se ha vuelto "aburrida". Tras años de sobresaltos, en los que las crisis de los mercados emergentes se sucedían y amenazaban con contagiar al resto (emergentes o no), se han sucedido tres años de pasmosa tranquilidad. No quiere decir que no se hayan producido, entretanto, crisis políticas o económicas, de las que Venezuela y Argentina (o más recientemente Bolivia) serían los casos más destacados, sino que, cuando han tenido lugar, el impacto sobre los mercados ha sido mínimo.

De ahí que los 37 fondos de renta variable emergente que invierten en América Latina estén acumulando en 2005 una rentabilidad media del 27% (medida en euros) y que durante los tres años últimos hayan proporcionado una rentabilidad media anual compuesta del 25% (muy otra es la situación si nos remontamos cinco años atrás, pues en ese caso la rentabilidad anual media se reduce al 3,5%).

El porqué de esta bonanza hay que buscarlo en la evolución del precio de las materias primas, que, medido por el índice CRB de Reuters, se ha incrementado en un 75% a lo largo de los últimos cuatro años.

La estabilidad que ha proporcionado a Latinoamérica esta situación se ha evidenciado recientemente en el buen comportamiento de los fondos que invierten en renta variable brasileña: si se siguen sus rentabilidades desde comienzos de año mes a mes, se observa que tuvieron pérdidas en los mismos meses en que las tenían los demás fondos de renta variable (fuera ésta de países emergentes o no), mientras que en los demás obtenían ganancias medias nada despreciables. Es más, en los meses de mayo y junio, en que arreciaron los escándalos políticos que afectaban a miembros del partido en el Gobierno, las rentabilidades medias respectivas fueron del 11% y el 4%, respectivamente y da la impresión de que esos escándalos no afectan a la popularidad de su presidente ni deterioran la calidad crediticia del país. La agencia Fitch mantenía recientemente su puntuación de BB-, asignándole una perspectiva estable.

Sin embargo, Brasil aspira a más en este terreno. Su objetivo como prestatario es obtener lo que suele llamarse grado de inversión: una calificación crediticia igual o por encima de BBB. Con vistas a conseguirlo, y entre otras muchas medidas, el Gobierno está procediendo al canje de los llamados bonos Brady (también conocidos como bonos de capitalización) que se emitieron en 1994 para ayudar a Brasil (y otras economías de Latinoamérica) a salir del marasmo de la crisis de la deuda. Su nombre de bonos Brady proviene de quien fuera el encargado de coordinar aquella reestructuración, el antiguo secretario del Tesoro de Estados Unidos. Mediante este canje nacen otros bonos a plazo más largo y parecida rentabilidad, algo que contribuirá a aliviar la carga financiera del estado brasileño y, a la vez, mejorará su cosmética: la deuda que se emitió para salir de una situación límite irá desapareciendo de la escena.

Juan Ignacio Crespo es director general de Finanduero.

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