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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Niños y castigo

Hoy casi ningún padre se mostraría públicamente a favor de una pedagogía que tuviera como referencia el dicho "la letra con sangre entra". Pero, al menos privadamente, no pocos consideran una fórmula pedagógica positiva pegar "un buen bofetón a tiempo" a sus hijos. Y se lamentan de no haberlo hecho u otros se lo reprochan si el hijo toma unos derroteros no bien vistos por sus mayores. En la España actual ya son cosas del pasado los correazos del padre o los zapatillazos de la madre, pero una mayoría de españoles todavía cree que es imprescindible dar alguna vez un buen azote a los hijos. No hacerlo puede ser considerado incluso efecto malsano de una educación en exceso permisiva y complaciente.

No es ésa la opinión del Consejo de Europa, que ha instado una vez más a España a que erradique de su legislación cualquier fórmula ambigua que dé cobertura legal al castigo físico a los niños. Y, en concreto, apunta al artículo 154 del Código Civil -hace años también puesto en cuestión por la ONU-, que autoriza a los padres a "corregir razonable y moderadamente a los hijos". El Código Penal castiga como falta o delito cualquier tipo de violencia contra las personas, incluidos los hijos no emancipados bajo la potestad del padre o la madre, pero ese artículo del Código Civil no cierra del todo la vía del castigo físico. Alguna sentencia judicial justifica las bofetadas como elemento de ese "deber de corrección", frente a alguna otra que sanciona al padre por darle un pescozón al hijo por negarse a comer.

Esa ambigüedad debe desaparecer de la legislación si España quiere respetar plenamente la Convención de los Derechos del Niño ratificada en 1989, que prohíbe taxativamente cualquier tipo de violencia contra los menores. Bastaría, según ha señalado el actual Defensor del Menor de Madrid, con establecer que ese "deber de corrección" que sin duda tienen los padres para con los hijos nunca se hará "mediante el empleo del castigo físico o de cualquier otro trato que comporte menoscabo de la integridad y dignidad personales". La bofetada ni es pedagógica para los hijos ni terapéutica para los padres. No pocas veces es un signo manifiesto de falta de autoridad.

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