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JAZZ

El 'blues' pone el mejor broche al Festival de Vitoria

La idea de reunir a tres figurones del blues en un mismo programa, aunque no especialmente novedosa, funcionó como cabía esperarse. Cartel de "no hay billetes" y grupos de aficionados venidos expresamente desde los lugares más peregrinos. Salió en primer lugar Taj Mahal, bluesman sui generis, hasta en su apodo artístico. Además es músico ligado a nuestro país, que recorrió en tiempos como homeless, acompañado del guitarrista Toti Soler, de ahí su español que aún conserva. El concierto que ambos ofrecieron en un edificio en construcción en el barrio madrileño de Moratalaz constituye aún hoy una referencia para los aficionados al género.

Taj Mahal interpreta el blues global, mezclándolo con los ritmos y cadencias caribeños y africanos. Su actuación gustó lo suficiente como para que le fuera requerido un bis antes del oportuno y tedioso cambio de instrumentos y la consiguiente actuación de Koko Taylor, musa del género de edad indefinida, entre 70 y 80 años. En su única actuación europea del verano, la diva lució un maquillaje galáctico que hace dudar muy seriamente del estado mental de su peluquero. Lo da todo, de ahí que cante poco y, para ayudarle, tiene a todo un fenómeno, el guitarrista y cantante Shun Kikuta, nacido en Tokio. Su intervención, aunque corta, sirvió para que visitara todos los tópicos del género sin faltar ninguno, desde Let the good times roll a All night long.

La gran esperanza

La gran figura de la noche, el guitarrista, cantante y compositor Robert Cray, salió a escena con parte del público abandonando sus localidades por lo avanzado de la hora. Cray demostró por qué está considerado como la gran esperanza del blues. Un músico luminoso y tan audaz como se lo permiten los estrechos márgenes del género. Cray estira el blues y le añade ritmo swing -My last request- y le da aires pop con temas como The one in the middle. Es músico muy serio y un showman carismático con tendencia a hablar para sí mismo, con lo que su público se queda sin enterarse de lo dice entre un tema y otro.

Aún hubo más blues en esta postrera jornada del festival. Lo interpretó el trío sin nombre que puso el broche a los conciertos vespertinos en el Principal: Bobby Previte, batería; Charlie Hunter, guitarra, y Greg Osby, saxo. Tres viejos leones de la joven vanguardia neoyorquina que tocaron su música a lo largo de una hora y sin escalas intermedias. La suya fue una improvisación fascinante a tres voces por donde asomaron los viejos fantasmas del jazz-rock europeo -Soft Machine, All free jazz- e incluso, por momentos, sonó algo muy parecido a Prokófiev. Fue el mejor punto final imaginable a siete intensos días de jazz.

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