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Análisis:AUTOMOVILISMO | World Series
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Bilbao no es Montecarlo

El mayor atractivo de la prueba de las World Series de Bilbao no lo constituye el rodar de los bólidos de esta segunda B del automovilismo, sino el hecho de que circulen a 240 kilómetros/hora por el corazón de una ciudad cuya vocación por este deporte está huérfana de antecedentes. Dicho de otro modo, el acontecimiento se agota en el hecho de haber convertido la capital vizcaína en un imposible remedo del Montecarlo del gran circo de la Fórmula 1.

Como experimento no está mal. Los pilotos aseguran que la adrenalina se desborda el correr encajonados entre dos pantallas de hormigón y los incondicionales del motor agradecen que les pongan el objeto de su afición cerca de casa. Pero el éxito de público que ha refrendado la experiencia no despeja las dudas sobre sobre la proporcionalidad del esfuerzo realizado. Alguien no informó fidedignamente al Ayuntamiento de Bilbao y a la Diputación de Vizcaya sobre cuál es el real impacto mediático que tienen las World Series en el mundo. Porque, si de lo que se trata, como han explicado sus responsables, es de poner el nombre de Bilbao en el candelero internacional, existen otras fórmulas tanto o más efectivas de conseguirlo por el mismo coste.

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Velocidad sin percances

No se trata sólo de los nueve millones gastados en adaptar calles, paseos y puentes a las condiciones de un circuito, transformando de paso amables escenarios urbanos en un híbrido de la prisión de Guantánamo y el recinto del Tiranosaurio Rex de Parque Jurásico. A esa estimable cantidad hay que sumar otra menos precisa: el coste, medido en molestias ciudadanas, de las adaptaciones realizadas desde meses atrás y de haber puesto a una urbe en estado de sitio durante prácticamente una semana. Y todo para que reine durante unas horas el rechinante gruñido

de la velocidad allí donde habitualmente se pasea y está limitada a 50 km/h.

Es posible que, como espectáculo de público, el ensayo haya tenido éxito. El problema, sin embargo es de concepto. Un trazado urbano aporta más bien poco al automovilismo, cuando los ases de la F-1 están reclamando más medidas de seguridad para explorar los límites en los circuitos convencionales. Y, en el otro aspecto, no parece que las World Series sean la plataforma más adecuada para poner Bilbao en órbita y situarla entre las grandes ciudadades del mundo, como creyeron las instituciones vizcaínas al comprar la idea. Cuando se trata de alcanzar esa meta, las velocidades están desaconsejadas. Salvo que seas el Principado de Mónaco.

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