Los británicos recuerdan a sus muertos en silencio
Londres, como muchas otras ciudades británicas y del resto de Europa, quedó ayer en silencio para conmemorar a sus muertos. Los oficinistas de Holborn, los turistas de Piccadilly, los funcionarios de Whitehall, los musulmanes de Whitechapel, los viajeros de Liverpool Street, los conductores y los pasajeros de autobús de toda la ciudad se echaron a la calle para ofrecer dos respetuosos minutos de un silencio, apenas roto por algún avión en lo alto o un despistado automovilista en lo bajo.
Bancos, supermercados, consultorios médicos y muchísimos comercios anunciaban a su clientela la breve interrupción de la vida cotidiana para sumarse a la manifestación de duelo. La reina Isabel II salió a las escalinatas del palacio de Buckingham; el primer ministro, Tony Blair, a las puertas de Downing Street, y el alcalde, Ken Livingstone, se unió a representantes de diversas creencias religiosas y representantes del olimpismo británico, con lord Sebastian Coe a la cabeza, en Trafalgar Square.
Las mayores emociones se dieron quizás en la estación de King's Cross, donde George Psadarakis, el conductor del autobús de la línea 30 destrozado en Tavistock Square, leyó unas breves palabras de homenaje a los pasajeros que murieron en su autobús, y en especial a Shahara Islam, de 20 años, la hija de otro conductor de autobús. Miles de personas asistieron al atardecer a un gran acto de homenaje a las víctimas en Trafalgar Square y a los servicios de emergencia, que reaccionaron de forma extraordinaria al atentado múltiple del 7 de julio.
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