Los efectos del cambio climático
Que las cantantes de jazz ya no son lo que eran es cosa sabida. La prueba se tiene en Cassandra Wilson, lo más parecido a una diva que existe hoy día, y tan distinta a aquellos seres majestuosos y tiránicos que, otrora, poblaban el olimpo del canto femenino jazzístico, las Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Carmen McRae... Dicen sus seguidores que Cassandra podría cantar mucho más de lo que canta y que no lo hace porque prefiere los espacios reducidos, y a uno todo esto le suena raro, pero se lo calla. O sea, que es una cantante de clima, expresión que se aplica a las / los cantantes de jazz y también a las / los que no cantan jazz.
Comparada con las arriba mencionadas, la Wilson se mueve en un registro vocal casi minimalista, por lo reducido del mismo y, según parece, ahí radica parte de su encanto, en su propia monotonía. También en el tufillo entre decadente y lánguido que respiran sus canciones.
Cassandra Wilson / Joe Lovano Quartet / Moutin Reunion Quartet
Cassandra Wilson / Joe Lovano Quartet. Polideportivo de Mendizorrotza; Moutin Reunion Quartet. Teatro Principal. Vitoria, 13 de julio.
En los setenta formó parte de la alegre cofradía de los vanguardistas, pero lleva un tiempo buscándose a sí misma por entre las tierras pantanosas que bordean a su Misisipí natal; de ahí su gusto por el blues, una presencia constante en su música actual. Otra diferencia: en lugar de cantar estándares al uso, aunque también los canta, Cassandra se los fabrica a medida con lo que, más que de una cantante de jazz al uso, debería hablarse de una cantautora con gusto por el jazz.
Es minimalista y, además, canta poco: su recital vitoriano, de una hora y cuarto de duración más el bis, tuvo como novedad una versión hábilmente camuflada de Águas de março, de Jobim, en inglés. Al final del mismo, el respetable comparaba a la Wilson con su antecesor sobre el escenario, Joe Lovano, a quien uno tenía por una suerte de neogranítico entre los saxos tenores. Pues no: resulta que Lovano es, también él, un músico de climas y toca como toca porque lo que pretende no es el impacto sobrevenido, sino generar una especie de sensación envolvente que penetre en el oyente y le lleve a la quinta dimensión, poco más o menos.
Hablando en jazz, lo ofrecido por Lovano y su cuarteto -Hank Jones, piano; George Mraz, contrabajo, y Lewis Nash, batería- fue la archisabida sesión all stars, para lo bueno -músicos así es imposible que toquen mal- y para lo malo, fundamentalmente la escasa implicación de los susodichos en el asunto.
Comparaciones
Un pasar de largo por el temario estándar sin dejar huella o dejándola, pero en mínimas dosis. Y si al octogenario Jones se le permite casi todo, aunque sólo fuera por un principio de humanidad, en lo que toca a Lovano, uno se pregunta qué fue del joven león dispuesto a comerse el mundo. Un magnífico instrumentista sin nada que decir: lo que dice, lo han dicho antes que él Rollins y Lester Young, por no hablar de John Coltrane. Aquí, las comparaciones son, más que nunca, odiosas.
Mucho mejor resultó la actuación del Moutin Reunion Quartet en el teatro Principal, dentro del ciclo Jazz del siglo XXI. Con su anécdota, pues se trata del único combo jazzístico en el mundo liderado por dos hermanos gemelos, François y Louis Moutin, contrabajo y batería, respectivamente. A Vitoria llegaron en compañía del saxofonista Rick Margitza, músico de largo aliento y hondo calado poético. Y, de nuevo, los amplios desarrollos y la música que se abre paso buscando la complicidad del oyente. ¿Música de climas?: claro que sí. Por supuesto.
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