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Reportaje:

Encantes de madrugada

Centenares de personas acuden a un mercado nocturno que vende objetos de segunda mano junto a las Glòries

Clara Blanchar

Un insólito tránsito de furgonetas cargadas hasta los topes ocupa la calle de Cartagena de Barcelona los domingos, martes y jueves a partir de la medianoche. Es el prólogo del más insólito todavía mercadillo que se monta una hora más tarde y se extiende por toda la acera, entre la Diagonal y la calle de Consell de Cent, hasta las siete de la mañana. Como un mercado de los Encantes, pero ilegal, de madrugada y justo en las noches en que al día siguiente no hay Encantes oficiales, para evitar conflictos con los vendedores que pagan por sus puestos.

La oferta del singular mercado es la de cualquier otro rastro: ropa usada, zapatos, juguetes, relojes de pulsera o de pared, gafas de sol, cascos de motorista, bicicletas, quincallería, grifos y fregaderos, televisores, electrodomésticos... Y objetos de temporada, como ventiladores, que fueron los reyes del mercado del pasado domingo. Los había a decenas, de pared, de pie, con aire frío o con frío y calor. A partir de 10 euros.

Ropa, zapatos, relojes y ventiladores se venden en las noches alternas a los Encantes

El mercadillo comenzó a montarse hace unos meses, coincidiendo con el cerco que la Guardia Urbana estrechó sobre las decenas de vendedores improvisados que se instalaron primero en el parque del interior del anillo de Glòries y posteriormente en las aceras de la Meridiana. En la acera que ocupa ahora tampoco hay edificios habitados, ya que está ubicada justo entre los almacenes de los Encantes y un descampado pendiente de edificar.

"Venimos de noche porque de día nos echan", es la explicación que los vendedores aportan sobre su presencia pasada la medianoche. Evidentemente, también hay compradores, sobre todo a partir de las dos de la madrugada, hora en la que la acera se anima. Algunos vendedores aseguran que han hecho del mercado una forma de ganarse la vida.

A pesar de la aparente desorganización, el mercado tiene sus reglas, y a simple vista, hasta capataces. Son magrebíes y se encargan de organizar el aparcamiento de las furgonetas y de marcar los puestos. Lo hacen con zapatos sobre la acera. A partir de ahí, los vendedores extienden grandes trapos y colocan la mercancía. Algunos, en vez de furgonetas, transportan los objetos en coches, carros de la compra o en bicicleta, un vehículo que a esas horas se revela apto para transportar un ordenador entero.

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La presencia del mercadillo lleva meses inquietando a los vecinos de la zona, que lo observan con una mezcla de miedo, desconfianza y curiosidad. "Algo de mucho valor tienen que vender para que la gente venga de madrugada", recela una vecina de la misma calle de Cartagena. Pero la oferta, al menos la que está a la vista, no parece sospechosa.

Más allá de su presencia, lo que molesta a los vecinos es el rastro de suciedad que el mercadillo deja a su paso. Los vendedores abandonan sistemáticamente trapos, cartones y parte de la mercancía que no han vendido, igual que hacían cuando los puestos se montaban a plena luz. Ocurre cuando se hace de día: todo el mundo se marcha sobre las siete, la misma hora en la que los servicios de limpieza del Ayuntamiento comienzan a recoger los restos, explica Daniel Gómez, que trabaja en un almacén de cerámica de la misma calle. "Hemos llamado a la Guardia Urbana miles de veces, y contesta que ya lo sabe", asegura Gómez.

También lo saben los responsables del distrito del Eixample, que en el pleno del pasado jueves escucharon las quejas de los vecinos. La concejal del distrito, Assumpta Escarp, argumenta que todo el entorno de la plaza de les Glòries está afectado por la inminente reordenación de la zona, una intervención, viene a decir, de la que depende acabar con situaciones como el mercado ilegal nocturno o con la prostitución que desde hace un año también se ha instalado en la zona.

Mientras, el propio distrito del Eixample junto al de Sant Martí -al que corresponde la plaza de les Glòries- y la Guardia Urbana utilizan la presión en varios frentes para erradicar las situaciones irregulares, explica Escarp. "Estamos inspeccionando los almacenes del entorno, incrementando la limpieza, hemos vallado solares para que no entren indigentes, hemos arreglado aceras y pasos cebra, identificamos a los vendedores...", enumera.

Respecto a la presencia de prostitutas -un colectivo que con la llegada del tranvía se desplazó desde del entorno del parque de la Ciutadella y la calle de Wellington y que también preocupa mucho a los vecinos-, Escarp explica que la presión se está ejerciendo sobre los usuarios, con "medidas disuasorias".

"En tres meses hemos impuesto 600 multas de tráfico a los conductores debajo del anillo viario, para evitar que se detengan", asegura. Lo cierto es que la medida ha surtido efecto, y el número de prostitutas en la zona ha descendido notablemente.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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