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Reportaje:TOUR 2005 | Décima etapa

"Ha sido muy duro y ahora espero darle guerra"

Valverde agradece a Mancebo haberle hecho pasar el día más feliz de su vida y confía en seguir la estela del estadounidense

En la cima de Courchevel hacía frío ayer a las cinco de la tarde. Las nubes envolvían las montañas vecinas mientras Alejandro Valverde, como subido a una de ellas, tocaba el cielo con sus brazos extendidos al atravesar la línea de meta, 2.000 metros por encima del mundo. Sí, hacía frío cuando levantaba los brazos celebrando su primera victoria de etapa en un Tour, pero de eso nadie se acordará dentro de unos años. Ni el corredor, que apenas pudo celebrar su victoria. Sin tiempo para devolver sus manos al manillar de la bicicleta, fornidos hombretones de la organización del Tour le sacaban de la escena. Apenas unos segundos después, sentado en un camerino a la espalda del pódium donde se regalan flores, besos y leones de peluche, se descubrió Valverde abrazado por Francis Lafargue, relaciones públicas y lo que haga falta del Illes Balears, que le secaba el sudor mientras, emocionado aún, le felicitaba por la gesta conseguida. Justo entonces supo Valverde que le tocaba vivir "el día más feliz" de su vida, según explicó mas tarde. Al tiempo que se bajaba de la nube, descubrió que no era un sueño: había ganado en Courchevel.

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Muy cerca, Vicente Iza, masajista del equipo, cubría con toallas a Mancebo para que no se resfriara. "Dame agua, tengo mucha sed", le pedía el abulense de Navaluenga. Vicente le acercó un refresco de naranja, que bebió de un trago el ciclista que lidera el Balears y que ayer ejerció de gregario de lujo para su compañero: "Estaba claro que si llegábamos los cuatro, iba a ganar Valverde. Hombre, no me sabe como un triunfo, pero casi, porque ha ganado mi compañero y mi amigo", explicaba. De golpe, mientras empezaba a desvelar que la victoria en la etapa de ayer no era sino la recompensa a un plan trazado en el hotel llevado a cabo con maestría a golpe de pedal, de un coche oficial del Balears se bajaba José Miguel Echávarri. Un abrazo y un disimulado beso, el mismo beso tierno y agradecido que segundos antes le había dado a Valverde, bastó para hacerle saber que él también había ganado.

La tarde avanzaba. Llegaba Heras a meta 10 minutos más tarde. Valverde subía escalones camino del beso de las guapas, del ramo de flores, del león de peluche, que por ley, debería dormir a partir del día 24 en la cuna de Paula, la hija de Mancebo, si es que papá no gana uno para ella antes del día 24. Tan feliz que parecía embobado, Eusebio Unzue contemplaba la escena en una pantalla gigante de televisión mientras decía la suya. El equipo se lo ha merecido y Alejandro también. "Han estado todos sensacionales", les elogiaba el director. Valverde, cumplido el protocolo, afrontaba ya el control antidopaje y Unzue bromeaba: "A veces incluso me sale bien lo que preparo". Ayer, por lo menos, lo clavó en la charla. "Sí, nos ha salido todo lo que pretendíamos", reconocía satisfecho atribuyendo méritos a sus chicos, faltaría más. "Subiendo les he dicho que dieran relevos, que ayudaran, pero a Valverde se lo he dejado claro: Guárdate. Entra, dos pedaladas y fuera".

Eso hizo Valverde, a quien Unzue trata de proteger sin disimulo. "Seamos sensatos, por favor, que ahora nadie piense que vamos a ganar el Tour, porque no es verdad", pedía Unzue. "Lo que me preocupa ahora es que Alejandro se recupere bien", insistía. Según su teoría los verdaderos campeones deben demostrar que aguantan la semana grande del Tour, la que se vive colgado de los altos picos de los Alpes y los Pirineos. Y la semana empezó ayer: "Hasta el domingo nos esperan jornadas muy duras. Quiero ver cómo las asimila Alejandro después de un triunfo tan grande como este. Ya sabemos que es capaz de ganar en los Alpes. Lo intuíamos, pero cabía la duda. Ahora, hay que ver cómo se recupera".

Sólo cuando se insinuó la idea de que Armstrong se había dejado ganar, torció el gesto: "¡Y unos cojones se ha dejado ganar el americano!", bramó: "¿No se ha visto la fuerza con la que ha atacado los últimos 500 metros?". Mancebo la vio de cerca: "Valverde ha sido más rápido, pero Lance quería ganar, no lo dudes".

Valverde también la vio, la padeció y luego, la explicó sentado dentro de la panza del camión que sirve de sala de prensa en la llegada a meta: "Primero ha saltado Rasmussen y le he seguido a rueda. Cuando Lance ha atacado, me he ido por él. Faltaban 450 metros y pensé que no le cazaba. A duras penas le he cogido y entonces, cuando ya estaba con él, he sacado fuerzas de la emoción que sentía al ver la meta tan cerca. Y he ganado. Ha sido muy duro y ahora espero darle guerra". Valverde elogió a Mancebo, a quien agradeció su esfuerzo porque "sin su colaboración difícilmente estaría viviendo el día más feliz de mi vida", y avisó después de que su única intención es volver a trabajar para él. "Es nuestro líder", concluyó.

Hacia frío fuera del camión y Echávarri, siempre tan sabio, rejuveneció de golpe recordando los tiempos en que Arroyo y Delgado llevaron al ciclismo español tan alto como ayer lo hicieron Valverde y Mancebo en Courchevel.

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