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Columna
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Contrastes

Por eso de ser más frecuentes las exposiciones de pequeño formato, se me antojó visitar la de grandes formatos en la Galería Rafael Ortiz y acerté. Un cuadro grande tiene la dificultad de que tanto la sutilidad como el vigor de la pincelada ha de recorrer con coherencia un gran espacio; y aunque una sola obra no representa suficientemente al artista, si ya conocemos obras suyas porque son pintores de prestigio, como ocurre con los de esta exposición, es muy interesante verlos juntos.

Haciendo un recorrido entre contrarios, desde la sutilidad a la intensidad potente, comienzo por Dorothea Von Elbe, que ocupa el fondo de su gran espacio con un marfil pálido que vibra con grises, ocres y otros tonos que le dan vida y belleza. Dos ramas grises y la sombra tenue de un tallo equilibran la composición de una realidad tan sensible como delicada. Carmen Calvo presenta un gran relicario muy austero, con un fondo también marfil pero menos sutil para subrayar la austeridad y con objetos sencillos de latón colgados de una guita. La sombra pintada y la real se confunden inteligentemente. Manolo Bautista tiene una enorme foto gris con una mancha roja. Como si la idea de la estructura fuera abstracta y el procedimiento figurativo. Gris es el paisaje, las cercas y los caballos, uno de los cuales, aunque impertérrito, está ardiendo, y el fuego es de color real. Jaime Burguillos es pura sensibilidad y puro color. Su obra es tan bonita como todas las suyas, con un azul pavo que se acerca a un primer plano. Sus cuadros son más para disfrutar viéndolos que para contarlos.

Si con otros artistas me atrevo a expresar algún comentario personal, con Luis Gordillo me quedo muda; su pintura es demasiado inteligente para mí y sólo puedo intuir que acierta. José María Báez tiene un cuadro esmaltado con grandes algas verdes y negras sobre fondo blanco; a las figuras las recorre un texto en dos líneas: "Te di mi corazón. No mi cabeza". Patricio Cabrera tiene una mirada incisiva y potente; unas manos fuertes cortan flores, de colores tan vivos como el amarillo limón, entre matojos que a veces parecen piezas de rompecabezas bailando. Las curvas frecuentes y algunas matas finas moderan la agresividad del dibujo y del color sin menguar su potencia y, quizá, inconscientemente.

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