Congoja
La mañana del 7 de julio no pude sino sentir una enorme congoja al ver las imágenes de los ataques terroristas en Londres. No hacía ni cinco meses que esos lugares formaban parte de mi itinerario de todos los días, y ahora, al reconocerlos, me hacían sentir tremendamente cercana a la tragedia que acababa de ocurrir.
Es Londres una ciudad que desde hace décadas ha acogido de manera continuada a personas venidas de todos los lugares del mundo (algunas estadísticas hablan de que los británicos suman ya menos del 50% de sus 15 millones de habitantes), que contagiadas de ese carácter pragmático tan característico de los británicos han conseguido sacar adelante muchos de sus proyectos y sentirse una parte más de la ciudad.
Es por ello que las bombas de esa mañana las sentí tan cerca, porque habían golpeado a una ciudad y una gente que me acogió sin escatimar en aprecio y atención, que me hizo sentir un londoner más y entender que son capaces de admirar las virtudes de los demás sin dejar de sentirse orgullosos de las suyas e incluso reírse de sus defectos.
Dijo Winston Churchill a los pocos días de convertirse en primer ministro: "No tengo nada que ofrecer sino sangre, trabajo duro, lágrimas y sudor". Desgraciadamente ya tenemos la sangre y las lágrimas, ahora toca poner el trabajo y el sudor para seguir adelante, una vez más, al igual que se hizo cuando las palabras citadas fueron pronunciadas. Desde aquí todo nuestro apoyo y cariño.
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