"Sería fatal que Madrid y Londres hablasen a solas de soberanía"
Caruana, anfitrión de la reunión tripartita celebrada el pasado fin de semana en Faro, Portugal, para no poner a la delegación española en el brete diplomático de ir a negociar al Peñón, se muestra optimista sobre el diálogo entablado en materia de cooperación, aunque reconoce que el proyecto más importante, el uso conjunto del aeropuerto gibraltareño, corre "altísimo riesgo de fracasar" si España se empeñara en colocar a sus aduaneros o policías al otro lado de la verja.
Pero el ministro principal advierte también explícitamente de que sería "fatal" para el proceso que Madrid volviera a negociar bilateralmente con Londres el tema de la soberanía. España, al amparo del Tratado de Utrecht, sólo admite negociar ese asunto básico con la potencia colonial y el acuerdo en que se basa el foro tripartito así lo refleja. De las palabras de Caruana se deduce, en cambio, que el ministro principal entiende que la nueva situación le convierte en la práctica en un interlocutor insustituible también en el tema de la soberanía.
"Madrid y Londres no pueden estar hablando por un lado conmigo y por otro entre ellos"
"Hay altísimo riesgo de que la negociación fracase si España quiere tener aduaneros en Gibraltar"
"Hasta la incorporación a España se puede debatir, si los únicos que deciden son los gibraltareños"
Pregunta. Durante más de nueve años, se ha hartado usted de decir que España no se movía e incluso afirmó hace tres años, cuando se negociaba la soberanía compartida, que ese inmovilismo español había acabado por vencer a la diplomacia británica. Ahora se ha movido, ¿no?
Respuesta. Se ha movido en lo que es el proceso, en el aspecto de la gestión. Es claro que hay un cambio en el nuevo Gobierno español, que apuesta por un proceso de diálogo que realmente es viable para las tres partes. Es el proceso de diálogo que nosotros venimos recomendando hace mucho tiempo. Ya, cuando menos, tenemos un proceso que ha hecho posible que tengamos reuniones y que se estén tratando temas, algunos de los cuáles están bastante avanzados, que era inconcebible pensar que se pudieran tratar hace 15 meses. Yo creo que eso, ya en sí, es un avance. Pero nos separa todavía, en el mismo grado en que nos separaba, el tema fundamental del pulso entre la reclamación española de la soberanía sobre Gibraltar, por un lado, y la convicción del pueblo de Gibraltar para hacer valer su derecho a decidir su propio futuro. Eso es una realidad. Ese pulso sigue y las posturas están sin cambiar por una parte ni por otra.
P. ¿Qué implica de cara al contencioso este cambio de la actitud española?
R. No lo sabemos, porque todavía no hemos entrado en ningún tema relevante a lo que es el contencioso y, por lo tanto, no sabemos cuál es el objetivo del Gobierno español. Está claro que el objetivo del Gobierno español, que en ningún sentido ha abandonado ni siquiera modificado su reclamación histórica, pasa por reconocer o entender una realidad inmovible política: que en contra de la voluntad del pueblo gibraltareño nunca va a tomar nadie ningún paso definitivo o relevante que cambie el tema de la soberanía. Creo que reconocer esa realidad permite un proceso que ahora encara el Gobierno español y que es bueno: voy a ver si, en un periodo de tiempo, que puede extenderse más allá de una generación, conseguimos convencer al pueblo de Gibraltar de algo. Nosotros, simultáneamente, usaremos ese tiempo para convencer al pueblo español de algunas cosas, y veremos si entre los dos, conseguimos facilitar una posible solución que podría ser en un día de mañana aceptable para todas las partes, aunque hoy en día no es aceptable para ninguna de ellas. Yo creo que ese es un producto político aceptable, pero que no tiene garantía de éxito.
P. ¿Y cuáles son sus objetivos en este proceso?
R. El objetivo mío en estas conversaciones es establecer el principio de que hay que respetar, por encima de todo, la voluntad libre y legítimamente expresada del pueblo de Gibraltar. Y una vez salvado eso, es válido buscar, participar, explorar, proponer, rechazar, aceptar, múltiples posibles fórmulas que pudieran llegar a ser aceptables a las partes, que en realidad son dos.
P. ¿Incluso sobre el estatuto del territorio?
R. Sí, si fuera posible. O sea, el estatuto del territorio no necesariamente tendría que pasar por una incorporación al Estado español. Todas las fórmulas se tendrían que barajar, siempre que se respetase que el pueblo de Gibraltar es el único que puede decir que sí o que no. Dentro de ese parámetro democrático, todas las posibilidades se pueden barajar y consultar al pueblo de Gibraltar.
P. Incluida la incorporación a España.
R. Todas las fórmulas. Claro, yo no voy a trabajar para ese fin, porque yo no considero que es el que quiere el pueblo de Gibraltar. Pero si el Gobierno español cree que puede convencer al pueblo de Gibraltar, es libre de intentarlo, y la democracia es lo que quiera el pueblo de Gibraltar.
P. ¿No es la primera vez que el Gobierno español propone un diálogo sobre cooperación, pero sí es la primera vez que usted acepta sentarse a la mesa. ¿Por qué?
R. Porque se me ofrece finalmente en condiciones viables para mí. Respetuosas, sin aceptar las tesis gibraltareñas sobre sus derechos políticos. Y respetuosas con las tesis españolas. Y con la garantía de que no se puede hacer nada sin que estén de acuerdo los gibraltareños. Además, cualquiera de las partes, en cualquier momento, puede poner sobre la mesa cualquier tema que quiera. El día que el Gobierno español quiera poner sobre la mesa en este foro el tema de la soberanía, si quisiera ponerlo, puede hacerlo. O el tema de mi derecho de autodeterminación. Como yo puedo hacerlo. En este momento, no se está utilizando el foro para eso, aunque el tema del aeropuerto toca la soberanía, porque tanto España como Gibraltar van a querer proteger su postura en esa cuestión.
P. ¿En qué punto está esa negociación, que es la más importante?
R. Se están haciendo avances. No podemos decir que tenemos acuerdo, pero si hay que caminar 100 metros para llegar a un acuerdo, yo creo que hemos caminado 80. Nos podemos tropezar en los 20 que quedan, pero hace un año no era posible hacer los primeros ochenta. Yo me siento moderadamente confiado en que va a haber un acuerdo.
P. Usted confirmó el pasado sábado que la terminal será única, pero eso deja todavía muchas posibilidades.
R. Se trata de un intento de buscar una fórmula que no sea ni un avance ni un retroceso para ninguna de las partes en el tema de la soberanía. No es un proyecto el actual que incluya como objetivo o fin resolver el tema ese y, por lo tanto, para España no será definitivo. No será una solución a la reclamación española sobre la soberanía del istmo. Será, si lo conseguimos, un acuerdo que España pueda aceptar, porque no le perjudica en esa reclamación.
P. Hay varias posibilidades de organización, pero tampoco son muchas, ni desde el punto de vista físico ni desde el jurídico.
R. No. Yo he dicho muchas veces que a nivel comercial puede haber una gestión conjunta. También es obvio que el modelo físico no va a ser como ahora, que la gente entre en Gibraltar a través de la frontera. Se supone que va a haber un enlace físico entre lo que será el terminal único y alguna infraestructura en el lado español de la frontera que permita acceso directo.
P. El problema, pienso, es dónde estará situado el aduanero español que controla a los que entren en España. ¿En el lado español de la verja, o en el gibraltareño?
R. Bueno, como dije antes, hay muchos temas a los cuales aún no se ha llegado con éxito. El control de inmigración y de aduanas se puede hacer de muchas maneras, o se podría no hacer.
P. ¿Hay en este momento el riesgo de que, como ya ocurrió en los años ochenta, la negociación fracase porque Gibraltar no quiere aduaneros españoles al otro lado de la verja?
R. Claro que sí. Altísimo, además.
P. ¿Eso es una línea roja para Gibraltar?
R. Tengo acordado que no habrá avances de soberanía ni retrocesos y, por lo tanto, las fórmulas que perjudiquen ese principio de la negociación no son viables.
P. ¿Coincide usted con el ministro Moratinos en que es posible llegar a un acuerdo en otoño?
R. Yo creo que es posible llegar a un marco de acuerdo político o de base. No creo que el ministro haya querido dar a entender que el acuerdo final, con todos sus múltiples detalles y aspectos técnicos, estaría firmado y listo para su ejecución en el otoño. Yo creo que esto sí es posible.
P. ¿Y qué pasaría si, entre tanto, el Gobierno español requiriera al británico conversaciones bilaterales sobre la soberanía?
R. Yo no creo que lo vaya hacer el Reino Unido bilateralmente. Yo no se lo puedo impedir, pero no creo que vayan a cometer la misma equivocación de la historia.
P. ¿Qué pasaría?
R. Es una pregunta hipotética, porque me confirma el Gobierno del Reino Unido que no se lo plantearía. Pero si, no obstante, ocurriera, sería fatal para el proceso. Porque lo que no pueden hacer es estar hablando por un lado conmigo y por otro entre ellos.
P. España ha dado muestras muy concretas de buena voluntad al resolver problemas como el de los cruceros, que no podían pasar de Gibraltar a puerto español, o al facilitar al tráfico a través e la verja. ¿Qué cree que ha aportado usted al proceso?
R. Yo, como no he puesto ninguna restricción, no se me puede exigir que levante ninguna. Pero sí creo que he demostrado en muchos temas una voluntad y un talante. Mi aportación se tiene que medir en otra moneda, no en la del levantamiento de restricciones ni en la de hacer concesiones. ¿Qué puede hacer Gibraltar a cambio? Yo no tengo más que una cosa que quiera España, que es la soberanía de mi patria natal, y no la voy a cambiar por un crucero.
Peter Caruana, ministro principal de Gibraltar desde 1996, es el primer titular del máximo cargo electo de la colonia que se sienta en una mesa de negociación con sendos repesentantes de los Gobiernos de España y el Reino Unido. El nuevo foro de diálogo creado el pasado mes de octubre en Madrid por el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y su homólogo, Jack Straw, le han dado esa oportunidad, que Caruana ha asumido como emblema de su carrera política.
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