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TERROR EN LONDRES | Reacción del G-8

El Gobierno de Blair había bajado la guardia

Las bombas de ayer "no fueron una sorpresa", según reconoció uno de los responsables de la Policía Metropolitana. Las fuerzas policiales habían trabajado en la hipótesis de un escenario similar al utilizado ayer por los terroristas. "Manteníamos la alerta en el sistema de transportes e hicimos una planificación", añadió.

La pregunta, según admitieron en los últimos meses altos cargos del Gobierno británico, no era si podía haber un atentado terrorista en Londres, sino que se trataba de saber cuándo. Sin embargo, en el mes de junio, el Centro de Análisis Terrorista Conjunto del Gobierno redujo el nivel de la amenaza terrorista de la organización Al Qaeda de severo-general a sustancial. Preguntado por ello uno de los responsables policiales, respondió: "Era el segundo nivel de amenaza. Creo que era el adecuado". No obstante, fuentes de los servicios secretos dicen que el nivel de alerta en el momento de los atentados era inferior al indicado por la policía. La rebaja de la alerta indica que los servicios de seguridad, aun considerando la existencia de una amenaza genérica sobre Londres, no estimaban como probabilidad concreta e inminente un ataque terrorista sincronizado como el de ayer.

La proyección de la sombra de los atentados del 11-M en Madrid, minutos después de que comenzaran las explosiones en Londres, se adueñó de los comentarios en la calle, en los medios periodísticos y en los políticos, por la similitud de las operaciones.

Algunos expertos de los servicios de inteligencia apuntaron que puede existir otro punto de contacto entre el 11-M y el 7-J y por ello la policía de ambos países seguía los pasos de algunos presuntos terroristas. Y en el medio de ese seguimiento, dicen esos expertos, no saltó ninguna señal de alarma. La policía británica mantenía un control sobre ciertos militantes fundamentalistas islámicos que habían viajado de Reino Unido a Francia. Los servicios de seguridad no tuvieron noticias de su regreso. Es una hipótesis que pretenden aclarar.

La cumbre del G-8 llevó al Gobierno británico a reforzar como nunca las medidas de seguridad en Edimburgo y en los alrededores del hotel Gleneagles, donde se celebra el cónclave de los líderes. Ese reforzamiento tenía por objeto controlar las movilizaciones antiglobalización. El Gobierno hizo esfuerzos por aislar a los grupos violentos y separarlos de los manifestantes pacíficos. Y para ello destinó muchas unidades policiales al norte.

Quizá esa concentración de esfuerzos, razonan expertos policiales, permitió a los terroristas, que tenían información desde hace un año sobre el encuentro del G-8 en Gleneagles, aprovechar la oportunidad para golpear en Londres.

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