Mas y el entorno de Pujol
Antes de Artur Mas hubo otros pero corrieron adversa suerte. Miquel Roca, Joan Maria Pujals, Macià Alavedra, Joaquim Molins y Josep Maria Cullell fueron apeados de la carrera por la sucesión por el propio padre fundador, Jordi Pujol, en un notable ejercicio de fagocitosis política. La designación de Artur Mas como delfín de Pujol al frente de Convergència i Unió (CiU) va estrechamente ligada al influyente entorno familiar del ex presidente de la Generalitat de Cataluña, su esposa, Marta Ferrusola, y sus hijos varones. Entre ellos Oriol Pujol, el único dedicado a la política y que ahora forma parte del privilegiado y restringido círculo de Artur Mas.
En los años ochenta, Mas trabó amistad con los Pujol y con el entorno del entonces presidente catalán cuando accedió al Departamento de Comercio como director de Promoción Comercial. Después fue fichado para la empresa de curtidos Tipel, del todopoderoso secretario general de la Presidencia, Lluís Prenafeta. De aquí a La Seda, donde coincidió con Josep Maria Cullell y el actual vicepresidente del Congreso, Jordi Vilajoana. Fue en La Seda donde se relacionó con Jordi Pujol Ferrusola, primogénito del presidente. Desde entonces la carrera política de Mas fue meteórica: concejal en el Ayuntamiento de Barcelona -en donde se enfrentó a Pasqual Maragall en unas elecciones-, consejero de Política Territorial y, posteriormente, de Economía y Finanzas.
En el Departamento de Economía, Artur Mas se rodeó de un joven equipo que, con los años, se ha convertido en su guardia pretoriana. Conocidos como talibanes por su nacionalismo radical -próximo a Esquerra Republicana-, lo integran personas como David Madí (portavoz de Convergència), Quico Homs (el ponente parlamentario de CiU en el Estatuto) y Oriol Pujol Ferrusola, hijo del ex presidente. Ellos tres, con el asesoramiento de empresas de imagen y mercadotecnia -entre éstas la de Rafael Anson- diseñaron un complejo, metódico y milimétrico calendario para catapultar a Artur Mas como sucesor de Jordi Pujol.
En la campaña electoral de 1999, Artur Mas tuvo su propia agenda y actuó en los mítines como telonero de Jordi Pujol. Después estuvo en el Gobierno como consejero de Economía y Finanzas, y en enero de 2001, fue nombrado conseller en cap, un puesto equivalente a primer ministro. El entorno de Mas convenció al presidente de la necesidad de designarle número dos del Gobierno catalán, lo que provocó la dimisión del democristiano Josep Antoni Duran Lleida -el otro aspirante a suceder a Pujol- como consejero de Gobernación. Este hecho desencadenó la crisis más grave que ha vivido Convergència i Unió y obligó a ambos partidos a reformular sus relaciones internas. De coalición pasaron a ser una federación y los democristianos ganaron peso no sólo en el Gobierno, sino a la hora de confeccionar las candidaturas electorales.
Pero el equipo de Mas había conseguido su objetivo. A partir de entonces, las apariciones en los medios de comunicación públicos de la Generalitat, las ruedas de prensa para anunciar cualquier acción de gobierno o los viajes al extranjero fueron el pan de cada día. Posteriormente, Mas accedió a la secretaría general de Convergència, obligando al ya fallecido Pere Esteve -artífice de la soberanista Declaración de Barcelona- a presentar su dimisión. Y tuvo su bautismo de fuego en la moción de censura presentada por Pasqual Maragall a finales de 2001. El ahora presidente socialista de la Generalitat admitió en su día que la moción había servido para publicitar a Mas. Tres años más tarde se convertiría en su rival a la presidencia de la Generalitat.
Artur Mas venció en número de diputados, que no en votos. Pero el resultado se demostró insuficiente. Los partidos de izquierda arrebataron el poder a CiU, tras 23 años al frente de la Generalitat.
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