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Tribuna:HACIA UNA SOCIEDAD IGUALITARIA
Tribuna
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Mujer y política

Comencé mi vida política hace mucho tiempo, allá por 1979, en las primeras elecciones municipales de la democracia. Al principio las mujeres con cargo público éramos muy pocas, poquísimas, luego las cosas han ido cambiando, gracias al esfuerzo de muchas mujeres y también de algunos hombres. No ha sido, aunque hoy lo parezca, una tarea fácil, hemos tenido que pelear frente a muchas incomprensiones y recelos de los que querían mantener los tradicionales roles de hombres y mujeres en la sociedad.

Primero fue la cuota y después la democracia paritaria y tuvimos que oír de todo; lo más normal -y esta ha sido y es la posición de la derecha- era lo de que las medidas de acción positiva eran discriminatorias para las mujeres y que sólo tenían que estar en política las que valieran, como si los hombres, detentadores del poder político durante siglos, tuvieran el valor demostrado desde que nacen; en fin, una historia... Hoy, afortunadamente, la presencia de la mujer en la política es importante, al menos en nuestro país, y Andalucía fue en esto pionera.

Han cambiado las cosas, sin duda, pero quedan todavía muchas y muy gordas: desempleo, desigualdad salarial, violencia de género y también algunos resabios y muchos estereotipos; y no podemos dejar de pasar ni una y protestaremos, una y mil veces, cuando se equivocan. Son, por otro lado, casi siempre los mismos. Fraga dijo en la campaña de las elecciones gallegas aquello de las mentiras de las mujeres si se le preguntaba con cuantos hombres se habían acostado y ahora Acebes, que cada día se parece más a Fraga, no en la edad pero sí en la mentalidad y en la ideología, ha afirmado que la ministra de Fomento hace carreteras de diseño, porque se le ha subido a la cabeza la portada del Vogue. Hay quien dice que es una crítica sin importancia, pero es sexista de cabo a rabo. Ese comentario jamás se hubiera hecho si el político fuera un hombre; le podría haber dicho cosas peores, "cosas de hombres", pero no precisamente esa.

Es difícil admitir que la ministra, precisamente de Fomento, que tiene la responsabilidad de gestionar las infraestructuras de este país, sea una mujer, cuando ésa había sido una tarea reservada secularmente a los hombres. Que además sea eficaz y poderosa, como sabemos bien los andaluces, que la hemos tenido muchos años de consejera de Economía y Hacienda, rompe los moldes de los que no están acostumbrados a que las cosas ya no sean, tampoco en esto, como antes y les sale lo que llevan dentro.

Les ha pasado, aunque la comparación parezca muy lejana, lo mismo que con el matrimonio de homosexuales y lesbianas; dicen que se oponen a él solo por una palabra, matrimonio, pero que están a favor de las uniones entre ellos. Hace unos años, cuando el PP tenía mayoría absoluta, el PSOE llevó una proposición de ley regulando las uniones de esta naturaleza y votaron, por supuesto, en contra; como lo hicieron con el divorcio y el aborto, con las células madre y con todo lo que sea reconocer derechos, que además no son de ejercicio obligatorio. El que no quiera ni se divorcia ni aborta ni se tiene que casar con un gay o una lesbiana. ¡Cuanta hipocresía!

Verán, hace 74 años cuando se discutió en las Cortes constituyentes de la II Republica el reconocimiento del ejercicio del derecho al voto para las mujeres, el debate fue, salvando las distancias, parecido al de ahora: la mujer, decían, no estaba preparada para votar, la sociedad se partiría en dos mitades y un diputado, de apellido Ayuso, ginecólogo por más señas, presentó una enmienda pidiendo que en caso de que tal derecho se nos otorgara no fuera hasta los 45 años -para los hombres eran los 23-, porque las mujeres éramos mentalmente débiles hasta esa edad y lo argumentaba avalándolo en su condición de medico y en un congreso de ginecólogos que se había celebrado. Lo traigo a colación porque es parecido a lo del psiquiatra Aquilino Apolonio, ese que ha dicho que los homosexuales son unos enfermos que tienen cura y lo basa también en conocimientos pretendidamente científicos. ¡Un disparate! La raíz de lo que afirman es la misma; no han cambiado tanto y les gustaría que se hubiera cambiado menos, pero, afortunadamente, hay otras personas, otras ideas y otras políticas y gracias a ellas podemos tener Gobiernos paritarios y cada vez que enjuicien a las ministras o a las consejeras por su condición de mujer, o utilicen estereotipos sexistas contra las mujeres, contra cualquier mujer, protestaremos, como lo hago yo en este caso, y a ver si así algunos aprenden y hacemos entre todos una sociedad más tolerante, que esto de no gobernar tiene a los del PP más crispados de lo que sería deseable.

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Amparo Rubiales es miembro del Consejo Consultivo y abogada.

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