Francesc Vilanova analiza la visión de la II Guerra Mundial desde la Barcelona franquista
Al inicio de la II Guerra Mundial, en España se estaba redefiniendo el entramado de medios de comunicación. Como sucedía en otras ciudades, el vacío que dejaban en Barcelona los "elementos de referencia" del periodismo y el análisis político exiliados tras el fin de la Guerra Civil era ocupado por otros en publicaciones como Destino, Solidaridad Nacional y la recuperada La Vanguardia Española. El historiador Francesc Vilanova parte de esta coyuntura en el libro La Barcelona franquista i l'Europa totalitària (1939-1946) (Empúries), en el que analiza los textos sobre la II Guerra Mundial de autores como Santiago Nadal, Carlos Sentís, Manuel Brunet, Ignacio Agustí, Jaime Ruiz Manent, Andres Revesz, Juan Ramón Masoliver, Ramón Garriga y Luis de Galinsoga.
"Hemos sido demasiado indulgentes con nuestro pasado. Hemos olvidado que existió una Barcelona franquista que no era aliadófila", afirma Francesc Vilanova i Vila-Abadal (Barcelona, 1962), profesor de Historia de la Universidad Autónoma de Barcelona. "Algunas veces, los historiadores hemos leído el pasado a partir de unos filtros incorrectos. Por ejemplo, existe el tópico según el cual Destino fue siempre una revista aliadófila cuando ésta es una imagen que sólo corresponde a la revista a partir de los años cincuenta y sesenta".
El libro analiza el contenido de centenares de artículos que tratan desde la crisis de los Sudetes -leída en la Barcelona franquista como una consecuencia del "fraude" de los Tratados de Versalles- hasta los juicios de Núremberg, narrados con "estilo frívolo y ligero" por Carlos Sentís, que fue enviado especial. La exposición consecutiva de los textos publicados entre 1939 y 1946 muestra la evolución de los puntos de vista según el curso de la guerra -desde la opinión común de que España había sido precursora de la cruzada contra el comunismo hasta la defensa de la idea de que la neutralidad española había favorecido la victoria aliada y la relectura y condena del nazismo por la vía católica- y, también, los muy diversos matices que, a pesar de todo, existían en la prensa de la época.
"El franquismo no fue una dictadura monolítica, sino que tuvo la extraña virtud de acoger discursos y matices diversos", prosigue Vilanova. "Esto permitió que una revista como Destino sobreviviera y triunfara y explica relativamente el fracaso de Solidaridad Nacional". El historiador expone las diversas tendencias ideológicas de los analistas de Destino: Brunet, "un ex regionalista, un católico a quien irritaban profundamente las manifestaciones del nacionalcatolicismo" y a quien considera "el mejor polemista" de la época. Ruiz Manent, "un católico integrista y antisemita". Masoliver, "el único que creyó en el fascismo italiano". Nadal, monárquico. El filogermánico y pronazi Revesz... Aparte de este grupo, Vilanova habla en su obra de Luis de Galinsoga, director de La Vanguardia Española, a quien define como "el centinela en Barcelona del núcleo central del poder franquista", y a Sentís, que ejercía de reportero estrella de la prensa barcelonesa y se dejaba "mimar", según ha explicado él mismo, por unos y otros.
Todos aparecen en el libro retratados con sus propias palabras: "He querido ver qué se transmitía a la opinión pública más allá de lo que la censura, sin duda férrea, marcaba. En demasiadas ocasiones se ha utilizado la censura como justificación por haber escrito según qué. La censura no obligaba a decir, por ejemplo, que Hitler era el político más genial de Europa ni a sentir una especie de pulsión erótica con la ofensiva alemana contra la URSS".
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