El 'martillo' de Guantánamo
El hispano-cubano Julio Fis, 'pichichi' de la Liga de balonmano, debuta con España en Almería
Para ser un guajiro, un campesino cubano como tantos otros, Julio Fis (Guantánamo, 1974) tiene una habilidad innata para perforar las porterías ajenas. Con una media de nueve goles por partido en la Liga Asobal, el jugador del Valladolid se convirtió en el tercer pichichi español en el campeonato de balonmano en los últimos 20 años. Se le concedió la nacionalidad a mediados de marzo, pero hasta el miércoles pasado no tuvo todos los documentos en regla. Así que su debut en la selección española se retrasó hasta ayer, en los Juegos Mediterráneos, contra Grecia.
"Para qué nos vamos a engañar. El pasaporte me viene fenomenal", confiesa Fis con un pelín de "envidia sana" de su amigo Rolando Uríos, que extendió la palma y juró sobre la Constitución de 1978 unos meses antes. "¡Claro, hombre, igual habría ido al Mundial de Túnez y también lo habría ganado! Pero creo que sufría yo más viéndole por televisión que él batiéndose con Croacia en la final", refiere deshaciendo castillos en el aire.
"Para un negro salir adelante es muy duro. Mi existencia, más que vida, es un poema"
"Todavía no sé cómo estoy aquí. Donde nací sólo existe Estados Unidos y al otro lado de la verja. Nunca imaginas que existan lugares como España", relata Fis, relevo de Chechu Villaldea y Julio Muñoz, ya retirados. Criado a la sombra de la guerra fría, a tiro de garita de la base militar norteamericana, en un paraje, la provincia de Oriente, a rebosar de iguanas y palmerales, se muestra muy dichoso con su visado recién estrenado. "Por desgracia, con un pasaporte cubano te miran con lupa en todos lados", observa.
Un documento que no ha conseguido por la vía exprés de los matrimonios de conveniencia, sino después de cinco años de residencia. Ahora se le abren nuevas perspectivas profesionales; ya no ocupa plaza de extranjero, el Ciudad Real le cortejó que daba gusto y tiene un hueco en la selección de Juan Carlos Pastor, su entrenador en el Valladolid.
"Sea donde sea, para un negro salir adelante es muy duro. Por eso mi existencia, más que vida, es un poema", contesta cuando le preguntan por el secreto de su éxito. "A veces me sorprendo de todos los balones que meto, pero entiendo que es el fruto de tanto sacrificio, de ser peleón y constante", apostilla el goleador. Que se lo digan a los porteros que acribilló a finales de mayo para que su equipo se alzara con la Copa del Rey.
De sus tiempos en el Kiel, alemán, con el que ganó la Copa EHF, procede su nombre de guerra: El Martillo Cubano. ¿El yunque? El guardameta de turno. "Allí el juego, más corporal, es otra historia. En España impera la técnica", ensalza el lateral. Con 1,93 metros y un lanzamiento poderoso, su excelente ánimo también supone un impulso en los partidos complicados. "En Alemania me entendía como los indios, con señas", matiza.
Tercer máximo goleador del Mundial de Egipto 99 -"sin tirar un solo penalti", deja constancia-, el Electromos, húngaro, le abrió las puertas del balonmano europeo. "Pero me salió una oferta mejor del Bidasoa y la mafia me sacó del país", recuerda haciendo gala de su peculiar sentido del humor. El mafioso era un mánager magiar. A diferencia de los héroes de la celebérrima película Evasión o victoria, de John Huston, Fis, con el precontrato del club vasco, dejó de entrenarse y se escondió hasta que, en cuanto le surgió la ocasión, se acomodó en un avión. "Mientras tanto, me buscaban por la frontera pensando que era un pobre cubano sin papa del idioma que allá manejan", dice pícaro.
Aunque le obsesione "limar un poquito la defensa", Fis, hombre de muchas palabras, que habla de política sin querer y queriendo, no olvidará nunca sus raíces: "Llevo a Cuba en el corazón. Todo lo que soy se lo debo a ella, no a Fidel". Su resentimiento se remonta a 1999, año desde el que le impiden visitar a su familia. Pese a las divergencias políticas, cuando se le pregunta por un enfrentamiento imaginario en la cancha con sus hermanos de sangre, la respuesta le brota del alma: "Es complicado jugar contra la patria, pero ahora me debo a España".
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