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BALONCESTO | Un final de Liga apasionante
Columna
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Vencedores y vencidos

Fue sólo un tiro. De enormes consecuencias, pero sólo un tiro. Cambió el nombre del campeón, cuestión nada desdeñable, pero un lanzamiento no debe servir de coartada al ganador para justificarlo todo ni tampoco para convertir en inservible lo que hizo el derrotado. Una final larga, agónica y extrema como la disputada por el Madrid y el Tau merece, sin duda, un análisis más reposado, pues ofrece retratos muy fiables. Expuestos a una máxima exigencia física, técnica y anímica, equipos y jugadores emiten señales verdaderas de su auténtico potencial. Es como la prueba del algodón. Este gran duelo no engaña y de él sale inevitablemente una lista bastante coherente de vencedores y vencidos que no debe limitarse al puro y duro resultado.

El Madrid, además del título, tiene por primera vez en muchos años un proyecto sensato

Aparte de Herreros, cuyo nombre irá unido al recuerdo de esta serie, la nómina de triunfadores debe ir encabezada por el entrenador madridista, Bozidar Maljkovic. Su trabajo fue impecable y también lo habría sido si Herreros no hubiese acertado en su triple. Con unos mimbres limitados de talento, terminó por armar un conjunto y una forma de jugar tosca, no muy generosa con el espectáculo, pero cargada de intención y aprovechamiento de sus recursos. Si algo tiene el Madrid es físico y Maljkovic hizo todo lo posible para que esta ventaja se tradujese en algo positivo. A su lado, Bullock se ha comportado como una estrella. Su juego siempre ha sido influyente, poderoso sin perder la elegancia, decisivo cuando estaba y cuando se ausentaba. La persistencia que opuso el Tau en su defensa engrandece su rendimiento, pues muchas veces no contó con la ayuda necesaria.

Pero, aun con el título en el bolsillo, la prueba que ha supuesto esta final no ha sido superada por algunos madridistas. Sonko naufragó, como Gélabale y Hamilton hasta el último partido. Felipe Reyes peleó como el que más, pero le sigue faltando un hervor. No son de recibo sus números en el partido más importante. Sólo la juventud de varios de ellos les otorga el beneficio de la duda. Realmente, si tenemos en cuenta sus actuaciones individuales, el triunfo conseguido resulta todavía más sorprendente.

Quizás fue porque el naufragio en la otra orilla fue mayor. Empezando por el gran fiasco de la final, Scola. El argentino estuvo fuera de foco. Salvo en el tercer partido, nunca pudo con la tela de araña que tejieron en su camino. Entró enseguida en una dinámica autodestructiva, siempre en problemas con las faltas personales, muchas evitables y que le lastraron tanto como los tanques madridistas. Qué decir de Splitter, cuyo imperdonable error en el saque de fondo del quinto encuentro fue el colofón de una actuación lejos de lo esperado. Prigioni eligió el peor momento para sus actuaciones más desafortunadas y Hansen, salvo alguna racha destacable, no tuvo consistencia. De Dusko Ivanovic quedará su expulsión en el cuarto partido, crítica, pues el Tau estaba en disposición de cerrar una final que quedó expuesta al quinto encuentro, en el que todo adquiere una dimensión más aleatoria.

Con todo, el desenlace fue coherente, pues simbolizó un principio y un final, cualidad que engrandece un acontecimiento extraordinario. El Madrid, además del título, tiene por primera vez en muchos años un proyecto sensato. Le falta un base, otro anotador de garantías y un pívot al que le puedas dar la pelota sin ponerte a rezar. Pero ha encontrado el camino y ahora le toca dotar a su equipo de algo más de brillo.

El Tau finaliza trayecto. En unos días conoceremos el destino de algunos de sus componentes, como Ivanovic, Scola, Calderón o Splitter. Aunque parezca cercano al apocalipsis, no hay motivos para la zozobra. La solidez del club y su habilidad para construir alternativas sabrán mantenerlo en un lugar preferente del que un tiro, sólo un tiro, no le debe apartar.

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