Adiós a Paulo Roberto 'Maravilla'
El mejor jugador del fútbol sala español se retira tras ganarlo todo, pero con el mal sabor de la última Liga perdida con El Pozo
Poco se podía imaginar de pequeño, cuando visitaba a su abuela Blanca los fines de semana y hacía volar su cometa por las calles adoquinadas del barrio Bento Ribeiro, que se convertiría en la cara y los pies del fútbol sala español. En esa parte alejada de Río de Janeiro, la misma en la que Ronaldo pasó su infancia, también aprendió a jugar al fútbol. A Paulo Roberto Marques (Brasil, 1967) le encantaba marcar goles. Tanto que, dado que las rúas de Meier, su barrio, eran demasiado transitadas, se inventaba una pelota con papeles de periódico dentro de un calcetín para practicar en casa. A pesar de las broncas de Wilma, su madre, Paulo Roberto y su hermano Luis Carlos se medían siempre que podían en el pasillo. De eso han pasado muchos años, partidos, victorias, goles.... El sábado, un manotazo suyo en la cara del rival Limones significó la doble tarjeta amarilla, su despedida, su retirada. Fue en la final de la Liga, contra "su pesadilla", el Boomerang Interviú, que volvió a ganar.
Dos casualidades llevaron a Paulo Roberto a España y a convertirse en estandarte deportivo. "Es el fenómeno del márketing que ha tenido el fútbol sala", aseguró en su día Javier Lozano, seleccionador nacional. Con doce años, Paulo Roberto acompañó a su hermano a un partido de su colegio, Isabel Méndez, contra el club Marabú. Pero, como algunos colegiales eran mayores, los rivales se negaron a jugar. El entrenador, Mauro, le pidió entonces a Paulo Roberto que se calzara las botas. Una hora después ya le habían hecho la ficha federativa. Empezó a llevar el 10 a la espalda, el número que portaba su ídolo del Vasco da Gama: Roberto Dinamita. Tan aficionado era al conjunto canarinho, influencia directa de su padre, José, que se unió a la torcida Forza Joven, del Vasco. Tras pasar por diversos equipos, como el Grajau, el Flamengo, el Enxuta, el Tigre y el Braco, el azar volvió a cruzarse en su camino. En 1988, unos amigos le invitaron a jugar un partidillo. Entre ellos estaba Robson, futbolista perseguido por el Marsanz, español, que no quería irse de Brasil. Cuando le llamó el club, Robson le pasó el teléfono a Paulo Roberto. El Marsanz pagaba mucho y él quería un coche para exhibirse por las calles de Río. Se vendió tan bien -"soy un monstruo, un artillero nato, nadie me quita la pelota..."- que le ofrecieron un contrato de seis meses. Ganó la Copa, fue elegido el mejor jugador del torneo y le duplicaron la ficha. Se quedó para siempre. "Entonces no existía la Liga profesional. Era fútbol cinco y parecía un juego de amigos", explica el zurdo.
Dos temporadas más tarde se fue al cuadro madrileño Redislogar y, en 1994, a El Pozo Murcia, en el que ha militado once temporadas. "He ganado mucho, pero he chocado con el Interviú", reconoce. Pudo vestirse, sin embargo, dos veces con la zamarra del Boomerang. En una ocasión, el Redislogar se lo prohibió -"me daban la carta de libertad si no me iba al equipo vecino"-; en la otra, acababa de firmar un contrato de renovación con El Pozo. En 16 temporadas, además de los más de 500 partidos y 650 goles, ha ganado una Liga, cuatro Copas y una Supercopa. Y, en 63 partidos como internacional con España -se nacionalizó en 1994-, ha conseguido dos Eurocopas y un Mundial.
Entre medias de tanto título, a punto estuvo de pasarse al fútbol grande, al Atlético de Madrid. Pero Manolo García, presidente entonces de El Pozo, no le dejó. "Me daba mucho miedo porque nunca se sabe cómo me habría desenvuelto en ese campo", argumenta. El miedo, sin embargo, siempre le ha beneficiado. "Cuando tengo miedo, me crezco. Al principio, tiraba los penaltis cagado. Pero nunca dejé de lanzarlos", reconoce. Ésa fue una de las claves para erigirse en el mejor jugador del fútbol sala español en el decenio pasado y ser apodado Paulo Roberto Maravilla. Otra es lo concentrado que salta a la pista: "Antes de empezar un partido trato de visualizarlo, de analizar las jugadas de estrategia y el uno contra uno". Eso y que siempre se ha esforzado en mejorar. "Sólo sabe salir del regate por la izquierda", ha sido la cantinela más popular de sus rivales. "Era verdad", asegura. Y añade: "Nunca he tenido muchos regates, pero los hacía mejor que nadie. Por eso me escabullía siempre".
Con la Orden del Mérito Deportivo bajo el brazo, el futbolista, entre lágrimas, anunció su retirada. Pero seguirá ligado al fútbol sala como director deportivo de El Pozo. Su manotazo a Limones y la derrota en la final no borrarán su historial, su pierna izquierda, sus goles.
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