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Reportaje:APUNTES

Alumnos en prisión

La formación académica se consolida como opción de vida entre los internos penitenciarios

"A veces, aquí dentro, la gente no comprende que uno se dedique a estudiar, y eso te trae malentendidos", dice Raúl, de 24 años, que, pese a su edad, ha transitado ya por "tres o cuatro prisiones" y ahora cumple pena en el megacomplejo penitenciario de Picassent, el más grande de España según sus propios funcionarios, con más de 2.300 reclusos en sus centros de preventivos y penados. "Pero yo sé", continúa Raúl, "que soy un privilegiado por hacerlo: me ayuda a vivir, a sentirme conectado con el mundo", opina.

Raúl ha iniciado estudios de Sociología "para entender más a las personas". Estudia a distancia, a través de la UNED. Puede hacerlo gracias al Programa de Estudios en Centros Penitenciarios (PECP). Con él, por convenio con la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, se gestiona y se hace avanzar la enseñanza superior para internos en prisiones.

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El funcionario Pedro -apellidos de presos y de funcionarios no pueden aparecer en el reportaje, como tampoco el motivo de las condenas- es responsable de Formación en la cárcel. No está de acuerdo con la apreciación inicial de Raúl. "La educación, fuera y aquí, mejora tus posibilidades". Y el aumento de beneficios penitenciarios diversos hace de incentivo o recompensa. "No obstante, desde la reforma del Código Penal del año 95", matiza Pedro, "los estudios no redimen pena, y el índice de alumnos no baja". "Yo creo", apunta, "que los internos que están medianamente equilibrados quieren ocupar el tiempo, y ésta es una forma útil de hacerlo". "Desde luego", reconoce, "el centro penitenciario también lo prefiere, ya que disminuyen los riesgos en materia de seguridad". Según el departamento de Formación, una media de entre 15 y 25 internos en régimen de cumplimiento cursan estudios universitarios, cifra que se reduce a 10 entre los preventivos. Para seguir con los estudios superiores subvencionados, deben superar tres asignaturas cada dos años. La mayoría de estos alumnos empezaron algún tipo de estudios en la calle, pero, en la cárcel, deben realizar un curso de acceso universitario y muchos también un preacceso.

Quizá por la fama mediática del delincuente El Lute, que se hizo abogado, en la calle siempre se ha pensado que Derecho era la carrera preferida en las cárceles. Pero ahora prevalecen más Educación Social e Informática. Aunque Derecho, Historia y Sociología, son también requeridas. Muchos no las terminan. En un tiempo próximo, el objetivo es que algunas carreras no incluidas en la UNED -como por ejemplo Magisterio- puedan cursarse a través de acuerdos autonómicos con las universidades locales.

"El endurecimiento penal de los delitos contra la salud pública", dice Estíbaliz, responsable del área de Tratamiento, refiriéndose a los delitos relacionados con drogas, "ha abierto mucho el tipo de internos, ya no se trata sólo de personas muy pobres que no saben leer". Por ello, el tipo de estudios que se pueden llevar adelante -desde la alfabetización hasta la carrera de informática, pese a la escasez de ordenadores- también se ha abierto. "Pero el hecho de que no tengas profesores ni tutores durante los estudios universitarios lo complica todo", explica José Francisco, interno de 28 años, que se esfuerza en hablar con máxima precisión.

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José Francisco está realizando el curso de acceso a la UNED para estudiar educación social. Él la ve como "una carrera para ayudar a encauzar el mundo, que está muy desastrado". Al mismo tiempo, aprende jardinería en un módulo experimental, compartido por hombres y mujeres, para 50 internos. El espacio tiene celdas individuales -normalmente son dobles, en módulos no mixtos de unos 150 presos- y todos los internos estudian asignaturas de FP en un módulo vital para los reclusos menos problemáticos.

En los otros módulos, la concentración mental puede ser un mayor problema. Enrique, un interno de 32 años, devoto de la Historia Contemporánea, estudia Bachiller y lo constata. "Tú puedes estar en la sala de estar leyendo y a un paso, la gente se está gritando; por la tarde puedes estar en la celda, pero por la mañana no; faltan espacios adecuados", explica. La biblioteca no tiene sala de lectura y, aunque algunos módulos, como el de los delincuentes sexuales, no son muy ruidosos, en los menos específicos es difícil concebir el silencio. Con lo que, por si aún faltaba algo, el mérito de este alumnado se refuerza.

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