Asimetrías e ingenio
La economía española es la octava del mundo por el tamaño de su PIB, pero en cualquier indicador expresivo de su inserción en la economía del conocimiento (el elaborado por el Banco Mundial, por ejemplo) está entre las más rezagadas de la OCDE, sólo delante de Portugal y Grecia. Las clasificaciones correspondientes a la dotación, uso y difusión de las tecnologías de la información tampoco son precisamente las propias de una gran potencia económica. La conclusión no puede ser otra que la española es una economía grande, pero no es una economía moderna. Es una economía que crece, pero sigue sin hacerlo de la mejor forma posible, con un patrón vulnerable, generador de desequilibrios que pueden pasar factura si no se asume su diversificación como prioridad.
La española es una economía grande, pero no es una economía moderna. Es una economía que crece, pero sigue sin hacerlo de la mejor forma posible
Esa asimetría puede estar ya dejando su huella a través de un desequilibrio exterior creciente y, quizás lo más significativo, de una continua caída en los flujos netos de entrada de inversión extranjera directa. Esta semana la OCDE ha difundido un informe (Trends and Recent Develoments in Foreign Direct Investment, junio 2005) sobre las tendencias observadas en esos flujos durante el pasado año, en el que se destaca la contracción española durante un año más, en un contexto europeo nada favorable. Frente a 36.000 millones de dólares netos en 2002, la cuantía correspondiente al pasado año apenas alcanza los 10.000 millones. Los datos de los primeros meses del presente año no son mucho mas esperanzadores. El descenso es tanto más significativo cuanto que la economía española ha sido una de las principales receptoras del conjunto de la OCDE en el periodo 1995-2004, la 8ª en concreto.
La principal razón para explicar ese menor atractivo de España como localización de inversiones extranjeras no puede ser la que de forma fundamental se atribuye a la mayoría de los países del continente: el reducido crecimiento económico. España comparte únicamente con sus vecinos europeos la apreciación del euro durante el pasado año como factor disuasor para las inversiones nuevas y las muy importantes liquidaciones de las preexistentes; el nivel educativo, la inversión en I+D o la dotación y el uso de la extensión de las tecnologías de la información no están, sin embargo, a la misma altura que las correspondientes europeas. En algunos de esos aspectos, algunos de los países recién llegados a la UE exhiben mejores registros que los nuestros.
Una asimetría tal es la que ha debido motivar el lanzamiento del programa Ingenio 2010 dado a conocer el jueves por el presidente del Gobierno español. Un compromiso destinado a acelerar la inserción en la economía del conocimiento, con un marcado acento en el aumento de la inversión en I+D+i y en la potenciación del uso de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC). De los tres instrumentos de ese programa, es el tercero de ellos, el denominado Avanz@, orientado a la convergencia con la media europea en la inserción en la Sociedad de la Información el que puede garantizar resultados más inmediatos. No hará falta esperar a 2010 para que los múltiples indicadores disponibles nos revelen la fluidez de ese tránsito desde los compromisos a las decisiones concretas. Para poder eliminar esa hoy muy explícita falta de correspondencia entre envergadura y modernización de la economía española.
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