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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lincoln en el exilio

¿Qué hubiera pasado si en lugar de ganar las tropas nordistas la americana guerra de Secesión lo hubieran hecho, en su lugar, los ejércitos confederados? ¿Y si en lugar de Ulyses Grant estuviera en la presidencia Jefferson Davis, con un presidente Lincoln no asesinado, sino exiliado en Canadá? Esta vigorosa, sorprendente propuesta es la que da origen y cohesión a un documental como CSA (Estados Confederados de América), una propuesta a ratos tan divertida como, a la postre, un tanto paralizada por su propia desmesura: ahí es nada reescribir, desde el presente, casi un siglo y medio de historia nacional... y mundial.

El responsable de establecer esa premisa de partida es el aquí desconocido Kevin Willmott, profesor de la Universidad de Lawrence, en Kansas, y, detalle nada banal en una producción que se interroga sobre cómo habría gestionado Adolf Hitler una alianza con los políticos estadounidenses, de raza negra. Willmott demuestra conocer bien tanto las interioridades de la historia como las normas del documental, que él trampea y manipula a gusto y necesidad (estamos ante lo que los especialistas llaman un fake, un falso documental), a partir de un elenco de actores que ejercen las funciones de los (falsos) personajes del filme.

CSA

Dirección: Kevin Willmott. Intérpretes: Fernando Arenas, Sean Blake, Richard Buswell, Charles Frank. Género: falso documental, EE UU, 2004. Duración: 85 minutos.

A la postre, el resultado de este juego de política ficción es algo más y algo menos que una película. Algo más, porque se plantea, con absoluto rigor, un presupuesto ideológico que sobrepasa limpiamente el alcance de una sola película; y algo menos, porque su desmesura es de tal calibre que termina por no saber responder a los enigmas que el propio filme propone, dejando en el aire una abrumadora sensación de impotencia. Es excesiva, claro, pero no conviene darle la espalda; entre otras cosas porque es una de las propuestas más marcianas y apasionantes que han llegado a nuestras carteleras en los últimos años.

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