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Reportaje:FÚTBOL | Copa Confederaciones

La 'revolución Klini'

Jürgen Klinsmann ha conseguido reconciliar a la selección alemana con los aficionados

El día que Jürgen Klinsmann fue nombrado seleccionador se abrieron las ventanas en Alemania. Un año después, luce el sol y huele a limpio. Recibido a regañadientes desde la oligarquía futbolística y con preocupación en el seno del llamado lobby bávaro, es decir, todo aquello con sabor a Bayern Múnich, Klini, como se le conoce cariñosamente desde sus tiempos de delantero, ha acabado por imponerse después de un inicio turbulento. La hinchada ha recuperado la ilusión por su equipo nacional en la misma medida que la nueva estructura empieza a tener su sello particular. Tras la primera fase de la Copa Confederaciones, en la que se ha clasificado, invicto, para las semifinales pese a jugar contra Argentina repleta de suplentes (2-2), la sintomatología es que la revolución Klini ha triunfado por derecho. Hay fiesta en la calle y en ninguna taberna se conspira.

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Nacido el 30 de junio de 1964 en Göppingen, cerca de Stuttgart, Klinsmann recibió el título de entrenador cuatro semanas antes de que fuera nombrado seleccionador, el 25 de julio de 2004. En el acuerdo impuso una condición imprescindible: mantener su residencia en California. En la sede del Bayern, Uli Hoennes, su director general, tuvo la primera excusa para empezar el asedio: "Es impresentable que el seleccionador no viva en Alemania", dijo públicamente. "Vivo donde me da la gana", respondió Klinsmann. Las encuestas populares le apoyaron a razón de seis de cada diez aficionados avalando su voluntad de vivir en Estados Unidos.

El problema de Klinsmann con los despachos de Múnich viene de lejos, de cuando jugó dos temporadas en el equipo santo y seña del país y en el que, aunque ganó la Copa de la UEFA y la Liga, tuvo sus más y sus menos con Lotthar Matthäus. Klinsmann tiene ya más o menos controlado al Bayern. Peor lo lleva con el Bild, el rotativo de mayor tirada del país, que le odia visceralmente. De hecho, puso un pleito a la editora en su época de jugador por intromisión en su vida privada.

El Bild se tomó como algo personal que el seleccionador destituyera a Sepp Maier como entrenador de los porteros -ahora es Koepke- y retirara la capitanía a Kahn para concedérsela a Ballack.

Klini entró en la federación como lo hacía en el campo cuando jugaba, decidido a conseguir su objetivo. Si antes era el gol, ahora mira sólo a la fase final del Mundial de 2006, razón por la que ha firmado un contrato por solo dos años. Directo.

El Bild siguió acosándole. Primero, por destituir al coordinador general Bernd Pfaff, con el que ya tuvo problemas como futbolista, y más tarde, por nombrar a un suizo como ojeador y a un equipo coordinado por un estadounidense como responsable de la preparación física: "¿No hay alemanes capacitados?", se preguntó el periódico al día siguiente.

Pero Klinsmann salió adelante gracias al ascendente que mantenía sobre la afición de su época como jugador. Autor de 45 goles en 108 partidos con la selección, campeón del mundo en 1990 y europeo en 1996, es señalado como votante de los Verdes y recordado por preferir moverse al volante de un escarabajo antes que de un potente coche de gama alta incluso cuando ya era una estrella reconocida mundialmente.

Por eso, y porque los resultados le están dando la razón, la afición está entregada a su voluntad. Si apuesta por Huth, central del Chelsea, y la crítica machaca al jugador tras una actuación menor, él le defiende y la afición corea el nombre del defensa al partido siguiente.

Jürgen Klinsmann, en la banda.
Jürgen Klinsmann, en la banda.EFE

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