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Columna
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Matrimonio

El PSOE ha entregado al PP la alcaldía de la localidad malagueña de Rincón de la Victoria sin que haya hecho falta hacer manifestaciones para recortar la legislatura. Ambos partidos se constituyeron al principio del mandato como pareja de hecho y decidieron repartirse el primer sillón municipal dos años cada uno. A pesar del extraño matrimonio político, el acuerdo fue bendecido por ambos partidos y no hubo foro alguno de la familia que pusiera impedimento para que se adoptara esta decisión, a pesar de lo excepcional del maridaje y de lo explícito de la adopción. Lo ocurrido en Rincón no es inaudito, ya que hay otros ejemplos de ayuntamientos donde los partidos gobiernan la mitad del tiempo que a cada uno les gustaría, mientras los ciudadanos sólo pueden rajar del alcalde la otra mitad del tiempo que les apetecería.

Aquí lo sorprendente es la pareja. Un dirigente del PP y otro del PSOE que conviven cuatro años y acuerdan que sus bienes sean gananciales, repartiéndose la mitad del poder: uno alcalde y otro concejal de Urbanismo y al revés los dos últimos años, que es el acuerdo que se lleva ahora cuando dos partidos se rejuntan. Este matrimonio civil se pactó entre ambos para dar sosiego a un municipio que había vivido un periodo especialmente convulso, tras una etapa en la que esta localidad fue gobernada por una familia política tradicional, la de un alcalde del PP y los concejales de su mismo partido. La dirección se distanció y decidió separarse del alcalde, ya que el municipio no debía crecer en ese ambiente.

En Rincón llama la atención la normalidad del traspaso, en una época con gente empeñada en situarse en orillas distintas y levantar trincheras. La sociedad avanza y aparecen nuevas relaciones de pareja, incluso de pareja política. Ésta última decidió compartir temporalmente el futuro y las únicas manifestaciones que hubo el pasado sábado -día del relevo- fueron para aplaudir el acuerdo. Luego, cuando lleguen las próximas elecciones municipales, se producirá el lógico divorcio político entre ambos, ya que para eso también se aprobó en su día una ley que tampoco gustó a los que luego la han utilizado tanto. Este extraño matrimonio político, que sepamos, no obligó a municipio alguno de alrededor a tener que hacer lo mismo.

La política es como la vida misma. Me acordé el otro día de éstas y otras polémicas viendo el último anuncio en televisión de la Wolkswagen. Unos niños sentados en la puerta de una casa haciendo ¡Brumm, Brummmm, Brummmmmmm¡. Se les van hinchando los carrillos y a uno se le pone la cara cada vez más morada. Están rivalizando para ver quién hace más ruido y durante más tiempo. Una mujer les escucha y cierra la ventana, para evitar el desagradable soniquete. Hay iniciativas que abren puertas para que todos seamos cada día más iguales. Otras dan un paso más y plantean que sólo puede haber convivencia cuando las partes aceptan dirimir las diferencias quitando de la mesa el cuchillo de la cocina. Por eso lo único, y no poco, que abren es una rendija de la ventana, en busca de algo de luz. Eso no evita que haya siempre gente haciendo ¡Brumm, Brummmm¡ Ni que algunos lo hagan hasta que les revienten los carrillos, ahora que han descubierto el ruido.

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