Filología y caciquismo
Igual que de Santa Bárbara, hay ocasiones en las que una se acuerda de Joaquín Costa, cuando allá por el siglo XIX denunciaba los abusos que se cometían en la sociedad española, dominada por unos caciques que ejercían arbitrariamente el poder, con la connivencia no sólo del gobierno, sino del resto de los habitantes. Porque quizá lo más escandaloso no es que se perpetre la ley, sino que la gente lo acepte, lo asuma y lo tenga por algo inevitable.
Hace unos meses se convocó una plaza para la Fundación de Cultura José Luis Cano de Algeciras, que depende del Ayuntamiento, para un licenciado en Filología Hispánica. Todo el mundo asumía que esa plaza tenía nombre y apellidos desde antes de salir en el BOP. Como creo que hay que darle una oportunidad a la capacidad de "regeneración" del ser humano, lo dudé hasta hace unos días en el que se confirmó que vivimos anclados en una sociedad en la que el mayor mérito a la hora de conseguir un ascenso es la cercanía (y si es consanguínea, mejor aún) a las personas que ejercen un cargo público. Era previsible de unas oposiciones convocadas de forma imprecisa y prescindiendo de un factor inherente a todo proceso de selección para un empleo público como es la insaculación, ya que en ningún momento se llevó a cabo un sorteo público de los temas y supuestos prácticos que había que desarrollar.
Es absolutamente legítimo que quien tenga una mercería contrate a su sobrina o a su cuñada, pero es intolerable que en el año 2005 los empleos públicos se sigan cubriendo mediante el pucherazo y el encasillado, con el propósito de ejercer el más burdo nepotismo.
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