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Tribuna:OPINIÓN | Apuntes
Tribuna
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Investigar en Valencia: ¿una quimera?

"¡Que inventen ellos!" Esta frase representaba a principios del siglo pasado toda una filosofía, desgraciadamente muy arraigada en España. "¡Que investiguen otros!" Esta otra expresión podría aplicarse al pensamiento de muchos dirigentes políticos de nuestro país, si nos atenemos a la atención que dedican a la investigación. La Investigación y Desarrollo (I+D) en España no es, en absoluto, un tema que preocupe. El crear un tejido y una infraestructura que permitan exportar, en vez de importar, ciencia y tecnología, es una preocupación lejana que no quita el sueño a nuestros responsables políticos. Sin embargo, la Comunidad Europea aumenta año tras año el porcentaje del presupuesto dedicado a la investigación. Mientras con la boca pequeña nuestros gobernantes afirman estar haciendo lo mismo, los datos contradicen sus palabras. Y esta forma de actuar sucede a todos los niveles: Estado, Autonomías y, lo que es más triste, en las propias universidades.

Pero si triste es la situación nacional, la de la Comunidad Valenciana podría calificarse de desoladora. Nuestros sectores productivos pierden competitividad y, como consecuencia, existen empresas que no pueden renovarse. La investigación no proporciona una salvación inmediata, pero es la única solución a medio y, sobre todo, a largo plazo.

La práctica de la investigación en nuestro país viene acompañada por la inestabilidad laboral y el desconcierto que se les ofrece a los investigadores. Como muestra de tal inestabilidad y desconcierto, miremos el Programa Ramón y Cajal, ofrecido por el Ministerio de Educación y Ciencia para atraer a investigadores con una reconocida experiencia internacional. La Comunidad Valenciana es la tercera de España en número de investigadores Ramón y Cajal, con 200 de los 2300 contratados. Muchos comenzaron su formación aquí y han regresado atraídos por el nivel científico de nuestros centros. Todos ellos han trabajado durante años en los centros más prestigiosos de Europa, Estados Unidos y otros países, aplicando su esfuerzo a esta materia, tan ajena para muchos, que es la investigación.

La Comunidad Valenciana ha construido ya pilares fuertes y robustos en distintas áreas de investigación (acuicultura, diseño de fármacos, nanomateriales, neurociencias, células madre....). Se trata de áreas en las que hemos cimentado grupos de prestigio. Son grupos de referencia en Europa y Estados Unidos, capaces de competir y colaborar a nivel internacional con los mejores de su campo. Los investigadores Ramón y Cajal hemos colaborado también, creando grupos de investigación, formando doctores y aportando nuevas perspectivas y líneas de investigación. Sin embargo, nuestra política actual nos lleva a que, a poco más de un año de que finalicen nuestros contratos, no se sabe qué va a pasar con nosotros, ni dónde ubicarnos, ni cómo, ni cuándo. En un esfuerzo por intentar paliar esta situación, el Ministerio está a punto de lanzar el Programa I3, que incentivará la contratación estable de investigadores con un nivel reconocido. No obstante, dicho Programa requiere la participación de las Comunidades Autónomas, y para la Comunidad Valenciana, la situación de los investigadores no es relevante. Nuestras universidades tampoco son receptivas, ya que los investigadores no representan para ellas una prioridad. Tal es así, que algunas universidades valencianas se han negado explícitamente a incluir a los investigadores dentro del Personal Docente e Investigador o de los procesos de promoción, cerrándoles de hecho el acceso a las plazas de profesorado.

Estamos cediendo el puesto de la definición de una carrera investigadora a otras comunidades, que, de forma más o menos precisa, ya han dado un paso hacia la estabilización de estos investigadores (Cataluña, Cantabria, Galicia, Castilla-León o Castilla-La Mancha). Y esta preocupación, siendo seria para los directamente afectados, lo es también para la sociedad en general: un trato así provoca un efecto de "no llamada". A día de hoy, de los doce astrónomos que vinieron a desarrollar aquí su carrera y a dejar los frutos de tanta y tan costosa formación, cinco se han marchado, algunos incluso antes de comenzar su contrato, por la falta de perspectivas. ¿No tendremos que empezar a tomar más en serio a estas personas que han dedicado gran parte de su vida a la investigación?

Entre todos hemos conseguido que estos investigadores, a los que dimos la oportunidad de regresar, vengan a aplicar los conocimientos que han adquirido a lo largo de más de una década de formación exhaustiva. Aprovechemos ahora la magnífica oportunidad de consolidar y aceptar a estos investigadores, a disposición de la sociedad valenciana.

Si no se toman medidas de inmediato los investigadores valencianos se verán obligados al exilio y el "que inventen ellos" volverá a ser realidad. Desde la Sección Valenciana de la Asociación Nacional de Investigadores Ramón y Cajal, nos gustaría hacer una llamada de alerta para que se dé fin a esta situación de incertidumbre. Invitamos y urgimos a los Centros Públicos de I+D y a nuestra Consellería a la búsqueda de respuestas, o acabaremos por creer que la respuesta, definitivamente, no está aquí.

Antonio Donaire y Carmen Ramírez de Arellano son portavoces de la Sección Valenciana de la Asociación Nacional de Investigadores Ramón y Cajal

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