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Columna
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Apostasía

La postura de la Iglesia católica ante los últimos acontecimientos ha iniciado una ola de apostasía, escasa si se la compara con los bautizos, aunque es posible que si nos circunscribimos al mundo de los adultos la relación no sería tan dispar. Nada más nacidos nuestros padres nos introducen en la religión de los suyos y nosotros seguimos contabilizados como parte de la secta. Tras el advenimiento de Ratzinger la ola integrista avanza con fuerza y en España la Iglesia se ha convertido en una de las organizaciones que participan en la campaña contra el Gobierno. El problema no es que rechacen una iniciativa del Parlamento. Es legítimo, aunque un poco sorprendente que nos anuncien el fin del mundo por el mero hecho de que parejas homosexuales puedan casarse. Lo inaceptable es que pretendan imponernos a todos su propia moral. Entre los obispos andaluces vamos desde el fervor pancartil y de derechas del de Granada, al apoyo tibio del de Málaga, a la discreción del de Cádiz y al arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, que ha sido uno de los pocos que ha rechazado manifestarse contra el Gobierno. Será por eso que jamás llegará a presidir la Conferencia Episcopal ni, por supuesto, a Papa. Para compensar nos ha regalado con esa celebración barroca de la victoria del Betis, presidida por las creencias particulares de su peculiar presidente. Toda la plantilla y el cuerpo técnico han sido obligados a participar en las ceremonias religiosas bajo la advocación de la imagen a la que le tiene devoción el dueño del club .¿Nadie entre tantas personas profesa otras creencias? ¿no hay agnósticos, ateos, protestantes entre los empleados y simpatizantes del club? ¿por qué hay que mezclar deporte y religión? Entre presidentes especuladores, falangistas y devotos, casi todos ellos nuevos ricos necesitados de reconocimiento social, le entran a uno ganas de aficionarse a la NBA. Vale que la Iglesia se manifieste contra el Gobierno siempre y cuando nadie le haga caso, vale que intente imponernos su moral con tal de que no lo consigan, vale que el Gobierno de España y el de Andalucía acudan de manera oficial al Rocío, vale que los Ayuntamientos asistan a las procesiones, pero que dejen el fútbol al margen del incienso. Parece como si nada pudiera hacerse en la vida sin que haya una sotana cerca. Por lo menos que la religión se reduzca al Betis.

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