La osadía de Liliput
El Eibar busca convertirse hoy en el club de la máxima categoría más pequeño de Europa
Decía Piru Gainza, El Gamo de Dublín, que cada temporada celebraba un título: la permanencia del Athletic en la Primera División. En Eibar se ha celebrado con idéntico orgullo tener el equipo decano de la Segunda: 17 cursos consecutivos. Pero hoy se enfrenta al salto cualitativo: la posibilidad de lograr el ascenso a Primera y convertirse en la noticia más inesperada del fútbol español. Si lo consigue, destronará el poder del dinero -sus 2.370.190 euros de presupuesto le colocan a la cola del fútbol profesional- y de la inversión -no se ha gastado un solo euro en fichajes, apelando a cesiones y finales de contrato-. Ipurua, la pequeña bombonera en la que juega el Eibar, con capacidad para 5.250 espectadores, se convertiría así en el estadio más pequeño de Primera en toda Europa, un récord que ostenta el Den Bosch, holandés, entre las grandes Ligas del continente.
El 18 de junio no es, por tanto, un día cualquiera. Eibar, una pequeña población de apenas 29.000 habitantes, se ha vestido de azulgrana, los colores accidentales de su equipo, que los lució por vez primera en la campaña 1943-44, cuando la federación guipuzcoana le cedió unas camisetas en plena depresión económica. Más de uno en Eibar ha señalado la fecha de hoy en rojo junto a la de aquella madrugada del martes 14 de abril de 1931 en la que el Ayuntamiento se adelantó a proclamar la República. Hoy, el Ayuntamiento se adorna de azulgrana en apoyo a un conjunto en el que ha predominado el valor del esfuerzo y el espíritu aficionado, siempre en un entorno de soledad.
El Eibar necesitó 14 promociones para ascender a la Segunda B y sólo un año para alcanzar la Segunda. Desfallecer no es lo suyo. Durante mucho tiempo contó con jugadores nativos de la provincia y patentó un estilo propio que convertía Ipurua en algo parecido a una prueba de esfuerzo máximo. Se cuenta que Arsenio Iglesias, entonces entrenador del triunfante Deportivo, cuando se dirigía con su equipo a Anoeta, al pasar por la autopista -se divisa Ipurua-, hizo que el autobús frenara y les dijo a sus jugadores: "Ahora vamos a Anoeta, pero recordad que hace muy poco jugábamos aquí".
Era el Eibar un mito del sacrificio, aunque en su andadura ha encontrado a internacionales reconocidos como Gárate, que triunfó en el Atlético; Guisasola, en el Athletic, o Álvarez, en la Real Sociedad, y finalmente Xabi Alonso, cedido por la Real para que se hiciera futbolista. Junto a sus internacionales han convivido personajes que quizá han definido mejor su esqueleto. Gente como el portero Garmendia, que jugó hasta casi la cuarentena, alternando el oficio de futbolista con el de carnicero, y se retiró habiendo marcado un gol de saque de puerta; el infatigable Artetxe o el más reciente y no menos infatigable Jon Kortina.
En el banquillo, el Eibar también ha apostado por entrenadores viscerales. Barasoain fue una de las referencias modernas. Blas Ziarreta fue el profesor encargado de hacer hombres a futbolistas imberbes con buenas maneras. Periko Alonso no fue a la zaga. Se cuenta que el club llegó a proteger con goma la parte alta del banquillo para evitar que el ex jugador de la Real se desagraciara cada vez que, tras un infortunio, se daba contra ella.
El espíritu del Eibar permanece intacto, pero en los últimos años ha añadido las dosis de calidad que se necesita para ascender en el escalafón. Amorrortu cambió su estilo e inauguró el contragolpe como arma futbolística. Mendilibar, procedente del Lanzarote, le sustituyó para aquilatar la apuesta. Hoy, el Eibar gana más puntos a domicilio que en casa y presenta un plantel apetecible. Mendilibar está fichado para dirigir al Athletic en sustitución de Valverde. Garitano, un medio centro de 30 años, es pretendido por la Real y el Athletic. Cifuentes, Cifu para los amigos, es la reedición de Míchel Salgado y también lo pretende la Real, cruz nodriza del Eibar. Silva, cedido por el Valencia e internacional sub 20, y Llorente, máximo goleador de Segunda, han sido la revelación. Eibar, como Liliput, se ha rebelado contra los gigantes. Hoy, por primera vez, se llenará su pequeñísimo estadio para participar en la osadía.
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