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Columna
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'Carlitos'

Miquel Alberola

La cena de homenaje a Carlos Fabra que varias "entidades culturales" de Castellón promueven bajo el acertado lema A tu lado somos muchos, sería un yacimiento cinematográfico muy suculento para Brian de Palma, Francis Ford Coppola, Martin Scorsese o, si todavía viviera, Sergio Leone. De esa fosa séptica podrían extraer suficientes coreografías, gestualidades e inspiración para dar una vuelta de tuerca a la perfección que cada uno de ellos alcanzó en sus diversas aproximaciones cinematográficas a la mafia italoamericana. Alguien debería ponerles sobre aviso para que este purulento acontecimiento no llegue a tener lugar el próximo 15 de julio sin su presencia, puesto que en el fondo el acto de respaldo a Carlitos (como es designado en el ámbito amistoso) frente al acoso de la justicia constituye un cumplido contemporáneo y litoral a Vito Corleone, Lucky Luciano y Al Capone. Incluso Robert de Niro empeñaría su lunar por asistir a ese máster de interpretación y poder aprender observando con detenimiento a Fabra con su antifaz de Ray-Ban. Esa cena cierra un ciclo de esplendor iniciado a mediados de los noventa, cuando este abogado castellonense con cartel de vividor recuperó la Diputación que ya había ocupado con insistencia su familia desde que su tatarabuelo, Don Victoriano (capisci?), hace más de un siglo se instaló en ella y convirtió el clientelismo y la contraprestación en su premisa política. Desde entonces, Carlos Fabra no ha hecho otra cosa en su trayectoria política que ser fiel a la familia. En uno de aquellos días en los que se sentía tan blindado que se permitía el lujo de dejar rastros bancarios de ingresos sin justificar (los que ahora siguen los sabuesos de Hacienda pisándole los talones), a media cena en el Hotel Palace de Madrid, donde se celebraba la Gran Gala Costa del Azahar, Fabra entró en el baño donde yo me encontraba y se acopló en uno de los urinarios con una autoridad inequívoca. Allí varios de los tipos agradecidos que ahora organizan su homenaje le dieron palmadas a la espalda por la comilona que se estaba sirviendo. Entonces él, sin interrumpir su cometido, los calmó: "Pues ahora viene lo bueno". Eran otros tiempos. Ahora son ellos los que tratan de calmarlo.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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