Un retiro sin descanso

Cuando se iba a jubilar, la Universidad de Cádiz (UCA) preparó a Miguel Martín Goerg un homenaje. Pero él lo rechazó. "No quería una despedida", explica. Tampoco quería la baja del sindicato al que había estado afiliado como docente. Ni que le quitaran su cuenta de correo electrónico. Llegaba el momento de perder los privilegios ganados durante 40 años como profesor universitario, pero se negó a asumir el cambio como una ruptura profesional y personal. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de crear una asociación que agrupase a personas como él, jubilados dispuestos a seguir activos, preparados para seguir haciendo cosas: Gaudeamus Iubilatonis.

Miguel ha contactado con unos 60 profesores para crear la organización. Ya tiene una vicepresidenta, María Luz Casares, y un secretario, José Valencia, también de la UCA. Los tres tratarán de reunir a jubilados de la enseñanza superior con inquietudes para continuar trabajando voluntariamente en experiencias culturales y sociales. Creen que juntos harán frente mejor a un momento inevitable pero, para muchos, doloroso. "La jubilación es un corte radical en la vida: en la actividad intelectual, con los compañeros, en el quehacer diario", relata el presidente.

Miguel tiene 66 años. Se jubiló el curso pasado, después de haber sido catedrático de Metalotecnia y Materiales en la UCA. "Me encuentro muy bien de salud y de cabeza y creo que todavía puedo hacer cosas muy útiles", se justifica. A la vicepresidenta, el turno le tocará este mes de septiembre. Ha agotado el tiempo máximo en su puesto al cumplir 70 años como profesora de Pedagogía en la Facultad de Ciencias de la Educación de Puerto Real.

Miguel y María Luz coinciden en hablar de la jubilación como un proceso traumático. "Hay compañeros míos que se murieron un año después porque no lo pudieron aguantar", explica el presidente. "Pierdes el control de tu vida, pierdes tu trabajo, tu rutina, tus alumnos, no sabes con quién vas a poder hablar", enumera. A esa desazón se le unen también otras pérdidas muy simbólicas, como la retirada del carné o del correo electrónico universitario. "No es algo baladí. Es el sistema con el que te has comunicado en los últimos años".

La asociación ya tiene estatutos y muchas ganas de organizar actividades, como unas jornadas de preparación a la jubilación. Les falta todavía una sede definitiva y una página web con la que publicitarse. Para ello, ya han pedido ayuda al rector, Diego Sales, quien, en una reciente reunión, se ha comprometido con ellos a cumplir sus peticiones.

Martín Goerg considera que las instituciones no están adaptadas ni a los niños ni a las amas de casa ni a los jubilados. "No somos productivos", mantiene. La principal razón de ser de la asociación será reclamar un puesto en la sociedad, defender su propia utilidad mediante conferencias, debates o excursiones. Se llaman Gaudeamus Iubilatonis y es un nombre muy pensado. "Queríamos sonar a universidad y jugar con el doble sentido de la jubilación y el de júbilo". Porque sus ganas de seguir en activo no están reñidas con la alegría del ocio de su retiro.