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Columna
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Manifestaciones

Ya que las reconvenciones vertidas a propósito del recurso a la calle del PP son criticadas por el propio PSOE (seguramente porque amortiza así su reciente pasado callejero en apoyo de... causas transversales), que dice que la calle es de todos, propongo para el festival de teatro político en la calle una nómina de sugerencias, a alguna de las cuales, podría apuntarse incluso gente como yo. Empezaríamos con una manifestación contra la inseguridad ciudadana, desdoblándola en dos, una para los crímenes que cometen las bandas de forajidos extranjeros que campan por nuestras zonas costeras, y otra, de menor intensidad, para los cabreados por los robos que no cesan en urbanizaciones de postín y lugares apartados de la vista; después podríamos echarnos a la calle para protestar contra nosotros mismos, autores impúdicos de los atascos de tráfico cada vez más frecuentes y coadyuvantes necesarios del aumento de la siniestralidad en las carreteras; no iría mal introducir una marcha específica de los joyeros proclamando la insumisión fiscal si continúan los expolios en sus establecimientos; puede que manifestaciones contra el ruido y la desidia que se apodera de todos los territorios turísticos reuniesen a un nutrido contingente de víctimas, cuyo error fue acudir donde está la algarabía en lugar de quedarse en casa a pasar el verano sin traumas, ni agobios; todo ello, claro está, señalando a los culpables con nitidez para lograr quórum.

En el calendario no debería olvidarse la gran manifestación para dos días antes del apagón nuestro de cada verano, advirtiendo que nunca más estamos dispuestos a sufrir esa burla de la técnica, ahora que con el móvil se puede mandar dinero en metálico a otro usuario, si no lo he entendido mal, que supongo que sí. Tampoco debemos pasar por alto que con tanto efecto llamada en nuestras playas va a haber overbooking de hamacas, y eso es algo que debería reivindicarse que no ocurra. Ya puestos, si persiste la sequía podríamos organizar la gran marcha árida para, por una parte, rezar, como se hacía antes, para que llueva, y, por otra, maldecir a los culpables terrenales que nos niegan el agua, que esos sí, son conocidos por todo el mundo. Si de paso alguien vuelve a meter la pata en el tema de la lengua (¡toquemos madera!), o si va a más el cabreo contra el Estatut de las mayorías, nos montaríamos una de cultureta y otra de smalls are beautifuls.

Podrían hacerse, también, manifestaciones híbridas, o trufadas, es decir, un poco de lengua, otro poco de agua y una pizca de mosqueo con la política de inmigración para un día; apagón, robos, Archivo de la Corona de Aragón y Carod, para otro; muertes violentas, bomba de aviso en playa lejana y prejubilación de los funcionarios (¡nunca creí que se atrevieran a tanto! ¡temblad notarios y registradores...!) ya para el mes de agosto, con la bandera del mohín definitivamente a media asta...

Sin embargo, mis críticos me dicen que estoy equivocado, que esto de la calle tiene el finiquito adosado para el próximo sábado, día de reflexión de la campaña electoral para la elección del parlamento gallego, y que todo es fruto del desliz que el PSOE le aplaude al PP por mala conciencia de cuando entre caceroladas, manis, nunca máis y estopa mediática a Aznar la calle se le quedó estrecha, y que tras el hipotético vapuleo electoral del PP en Galicia las gaviotas se irán más allá de la feroz línea que separa el mar de las rocas, ahora ya sin chapapote.

¡No me lo puedo creer!

Vicent.franch@eresmas.net

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