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Reportaje:

Los 'no ciudadanos' de Letonia

La minoría rusa del país báltico se encuentra atrapada en el fuego cruzado entre el Kremlin y Riga

Pilar Bonet

La tensión política entre Letonia y Rusia ha atrapado entre dos fuegos a la comunidad de los rusoparlantes que desean integrarse como ciudadanos de este pequeño país báltico, víctima de los juegos geoestratégicos de Hitler y Stalin. Así tuvieron ocasión de percibirlo recientemente en Riga los participantes del Foro Báltico, un seminario internacional que, en palabras de su organizador Janis Urbanovics, pretende ser "una vacuna contra la intolerancia" entre las diversas culturas que coexisten en Letonia.

Las relaciones con Rusia se han deteriorado tanto que este año los dirigentes de Letonia boicotearon el Foro. Este sufría así las consecuencias de la escalada de tensión que se plasmó durante el 60º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando los letones quisieron que los rusos definieran la época soviética como "ocupación" y éstos se negaron. La firma del tratado fronterizo ruso-letón se malogró, cuando Moscú rechazó una declaración unilateral en las que los letones constataban el mantenimiento de sus reivindicaciones territoriales. El presidente Vladímir Putin llevó las cosas más lejos aún, al afirmar que los letones recibirían "las orejas de un burro muerto" y no una comarca rusa, que perteneció a Letonia entre las dos guerras mundiales. En Riga, las jactancias moscovitas son utilizadas por los extremistas en contra de la integración social y golpean a los moderados, rusoparlantes y letones.

Al menos 470.000 de los 2,3 millones de residentes carecen de ciudadanía

Catorce años después de la independencia de la URSS, en Letonia residen 2,3 millones de personas, de las cuales 1,8 millones son "ciudadanos" y algo más de más de 470.000, no ciudadanos. Es esta una categoría especial privada de derechos políticos, que se aplica a los que llegaron a la república en época soviética y a sus descendientes. Gracias a las presiones internacionales, las leyes se han ido reformando a regañadientes y han mejorado los mecanismos de naturalización, el procedimiento para convertirse de no ciudadano en "ciudadano", mediante un examen de lengua, historia y constitución. La naturalización, sin embargo, no se aplica con la liberalidad, que reclaman instituciones como el comisario de derechos humanos del Consejo de Europa. Varias categorías de "no ciudadanos" (antiguos comunistas, militares y funcionarios de seguridad entre ellos) están excluidos de la naturalización y en Letonia siguen naciendo no ciudadanos. Esto indica que la integración falla, ya que todos los que nacieron tras la independencia en agosto de 1991 tienen derecho a ser registrados como ciudadanos por sus progenitores o tutores. En Letonia hay entre 15.000 y 17.000 niños "no ciudadanos", por no haber sido registrados, según Ilze Brands Kehris, directora del Centro Letón de Derechos Humanos y Estudios Étnicos. Unas veces, el desinterés es de los padres, y otras, del Estado.

Desde que la naturalización comenzó en 1995, cerca de 90.000 personas se han acogido a ella. Esperando, hay 100.000 solicitudes más. Con el ingreso de Letonia en la UE en 2004, hubo un aumento de solicitantes, pero "un contingente de no ciudadanos equivalente a un 20% de la población es enorme", según Brands Kehris.

Muchos se han acostumbrado a ser no ciudadanos. Se tienen todos los derechos, excepto los políticos y algunas limitaciones profesionales. Se pueden hacer negocios y en la vida cotidiana no hay grandes diferencias, pero no se puede votar. "Las votaciones en Letonia son cada vez más étnicas. Hay partidos por los que votan sólo los letones y en sus listas sólo hay letones, y partidos por los que votan sólo los rusosparlantes y en sus listas sólo hay rusoparlantes. Mi partido es tal vez la única excepción y es étnicamente mixto", señala Boris Cilevics, parlamentario del grupo minoritario Armonía.

Las autoridades comprenden muy bien que cuanto más no ciudadanos reciban ciudadanía, "tanto menos votos recibirán ellos en las elecciones", afirma Cilevics. Por eso, frenan el proceso de naturalización y preparan cambios legislativos que podrían ser usados para discriminar a potenciales adversarios políticos. Según Kehris, existe ya un precedente alarmante, el de un activista en defensa de la escuela rusa, al que ha sido denegada la ciudadanía, pese a cumplir todos los requisitos. La comisión que debía decidir consideró que el candidato no era "leal" a Letonia y el caso está hoy en los tribunales.

El Gobierno ha formado un grupo de trabajo para enmendar los procedimientos de naturalización. El resultado puede ser una mejorar la situación de los niños, para que todos los recién nacidos adquieran automáticamente la ciudadanía letona, pero también la "introducción de un filtro ideológico" en la ley, afirma Cilevics.

"Con el ingreso en la UE los partidarios de una mayor integración entre las diversas comunidades culturales de Letonia hemos pasado de querer construir barricadas a querer tender puentes", afirma Janis Urbanovics, el presidente del Foro Báltico. Pero, en su opinión, todavía hay letones y rusoparlantes que quieren seguir construyendo barricadas. El fin es "seguir manteniendo las tensiones para consumo de la política interna", señala.

"El país en que vivimos es la UE y, si somos parte de Europa, Europa debe venir aquí", afirma. "En Bruselas, sin embargo, ven a los rusoparlantes como una quinta columna de Rusia y se inhiben ante su problema, pensando que Moscú ya se encarga de defenderlos". Urbanovic, cuya familia reside en Letonia desde hace varios siglos, cree que las comunidades culturales de la república deben unirse ante el desafío del futuro. "Nuestras diferencias son mínimas. Tenemos que entendernos antes de que lleguen aquí emigrantes con otra mentalidad diferente y nos veamos después forzados a unirnos contra el velo islámico", dice refiriéndose a la crisis demográfica que, como otros países europeos, sufre también Letonia.

Una mujer protesta en una calle del centro de Riga contra la influencia rusa en Letonia, en  2004.
Una mujer protesta en una calle del centro de Riga contra la influencia rusa en Letonia, en 2004.L. P.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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