La fuerza de la lírica
En los ochenta, un poeta urbano, Germán Coppini, de Golpes Bajos, nos alertó con un brechtiano Malos tiempos para la lírica. Pero, aun suponiendo que lo sean, esa verdad quizás es un poco menos cierta en Galicia. Sus esplendorosos juglares y trovadores medievales, su vigoroso despertar lírico, con latigazos de épica, en el XIX (Rosalía, Pondal, Curros) y un XX fecundo y variado han propiciado, hoy, un nada desdeñable despliegue poético. Pues, si en algo es fértil Galicia, es en poetas. Alguna rara esencia bárdica debe latir, como en Irlanda, al hilo de su telos y su mar. Porque el Verbo emana. Y tiene aura. E irradia entusiasmo.
Como muestras para irse iniciando, dos obras recientes con vocación exhaustiva e incluso axiológica: Poetas galegos do século XX, de Luciano Rodríguez, y Antoloxía consultada da poesía galega, 1976-2000, de Arturo Casas.
Simplificando mucho las cosas, y en ondas de tres tiempos, podemos decir que Galicia goza hoy de unas voces veteranas, curtidas de obra, una generación intermedia, llamada Generación de los Ochenta, muy sólida y prestigiada, y una pléyade emergente de poetas jóvenes, con mundos poéticos que se van consolidando, y reafirman la continuidad.
Entre los seniors, surgidos a partir de los cincuenta, destaca la voz plural de Méndez Ferrín, de gran poderío verbal, aliento culto y tensión épica y política. Son también voces consagradas: Bernardino Graña, poeta del amor y del mar; García Bodaño, social e intimista; Álvarez Torneiro, afirmativo y salmódico, y Arcadio López Casanova, poeta de plenitud y de rigor. Con ellos, tres grandes voces femeninas: Luz Pozo Garza, que acaba de presentar Memoria solar: toda una summa de vuelo lírico al servicio de la lucha entre Eros y Tánatos; Pura Vázquez, de abundante obra, y Xohana Torres, temporal y honda.
La Generación de los Ochenta, surgida con la democracia, es nutrida y polifónica. La crítica destaca, entre otros, a Xavier R. Baixeras, D. X. Cabana, Álvarez Cáccamo, C. R. Fer, Fernán Vello, Ramiro Fonte, Manuel Forcadela, Luis G. Tosar, Pilar Pallarés, Manuel Rivas y Xulio Valcárcel. Esta ambiciosa promoción rompió con el realismo social, potenció la renovación del lenguaje, amplió los horizontes temáticos y expresivos, y cristalizó un alto dominio de la forma, en amplios cosmos personales. Es una generación culta y cosmopolita, que se encuentra en su madurez poética y vital.
También la generación más joven está abierta a todo. Desde el minimalismo extremado a la épica, del desinhibido erotismo a la incursión urbana, de la nueva oralidad a la ruptura lingüística o la apertura experimental, del expresionismo, la provocación y la catarsis a una nueva visión del epos telúrico o de la antropología rural, pasando por la denuncia, el collage o las mitologías personales, la joven poesía gallega se enorgullece de su homologación con los tiempos y su ímpetu investigador y creativo. Entre sus múltiples voces, la crítica ha valorado autores como Chus Pato, Ana Romaní, M. X. Neira, Miro Villar, Rafa Villar, Marta Dacosta, Martín Veiga, Estevo Creus o Modesto Fraga, y enfatizado la dinámica y valiosa presencia de jóvenes voces femeninas con solidez y fuerza: Yolanda Castaño, María do Cebreiro, Emma Couceiro, Estibaliz Espinosa, Lupe Gómez, Olga Novo, Emma Pedreira...
Sin duda, un gran momento poético, en tres tiempos: para entendernos. Con guiños a la tradición pero vocación de horizonte. Su proyección exterior apenas ha comenzado, ciertamente. Pero sólo es cuestión de tiempo. Bueno será, mientras, ir tomando nota de esta denominación de origen poética, con bastantes registros notables y no pocos del nivel de excelencia para paladares exigentes.
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