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DOS HOMICIDIOS EN 13 HORAS

Un comerciante de barrio que fiaba a sus vecinos

Antonio Sancho Arevalillo era el joyero del barrio Villafontana II de Móstoles de toda la vida. Regentaba la joyería Felipe II desde hace casi 30 años, un negocio familiar en el que también trabajaba su hijo Paco. Además de vender joyas, el local era conocido en el barrio porque Antonio arreglaba todo lo que le llevaran y había grabado las medallas de comunión de todo el barrio. "Era más bueno que un pan. Incluso te decía que, si no llevabas dinero, le pagaras otro día, o que te lo pensaras en casa", comentaba una de sus vecinas.

Otro de los comentarios que ayer se repetían es que era muy trabajador. "Le acababan de operar de una hernia, hace 10 días y ya estaba trabajando porque decía que la cosa iba mal", contaba un compañero del gremio. Como él, varios joyeros se acercaron al lugar de los hechos para apoyar a la familia y reclamar más seguridad. Precisamente ayer mismo estuvieron todos los joyeros de Móstoles comiendo en un bar, a escasos metros donde ayer se producía horas después, el asesinato de uno de ellos.

Sancho había comenzado en el negocio como representante y que consiguió ahorrar suficiente para establecer su propio local. Vivía en Alcorcón donde con su mujer regentaba otra joyería a turnos. Había sufrido otro atraco hace años, pero no pasó nada.

Sara, otra vecina, explicó que esta semana Sancho estaba contento. Era padre de tres hijos, uno de ellos recién casado, y abuelo de un chiquito "muy majo", pero esta semana se enteró de que su hijo iba a tener una niña, y ya "iba a tener la parejita de nietos".

Cuando ayer se llevaron el cadáver de Sancho, hubo aplausos de sus vecinos que se agolpaban en torno al cordón policial. También gritaron de rabia: "¡Esta es la justicia que tenemos!"; "¡Asesinos!"; "Te matan por trabajar";"¡Antonio, Antonio!".

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