Gente corriente
Autor de dos filmes anteriores, Mundo grúa y El bonaerense, en los que quedaba de manifiesto su capacidad para la observación cotidiana y para establecer diagnósticos complejos a partir de existencias aparentemente simples, el argentino Pablo Trapero vuelve otra vez, en esta extraña, absorbente road movie que es Familia rodante, a poner el ojo en las clases populares, concretamente, en una vasta familia cuyos 12 miembros emprenden un largo periplo que los llevará de Buenos Aires a Misiones, en el norte fronterizo con Brasil, en el curso de la cual aflorarán multitud de cosas: como querría la lógica de cualquier peripecia viajera, aquí lo de menos es llegar y lo más importante, las aventuras que va dejando la ruta.
FAMILIA RODANTE
Dirección: Pablo Trapero. Intérpretes: Graciana Chironi, Liliana Capurro, Ruth Dobel, Federico Esquerro, Bernardo Forteza. Género: comedia dramática, Argentina-España-Brasil, 2004. Duración: 103 minutos.
Superficialmente, y a diferencia de sus dos películas anteriores, aquí la mirada parece ser menos política, menos social en el sentido de una descripción de las condiciones de vida depauperadas de unas clases populares venidas a menos. Y sin embargo, con su realismo transparente, su descripción de comportamientos y concepciones del mundo no menos aguda que las películas que lo dieron a conocer mundialmente, por no hablar ya del descubrimiento que supone que una película bonaerense hable de la provincia como ésta lo hace, también Familia rodante es una certera descripción de la realidad argentina de hoy mismo que tiene, además, la ventaja de que no lo parece: como también sucedía en Mundo grúa, aquí las cosas suceden en un entorno cualquier cosa menos amable.
Algo tiene, además, el filme que lo coloca como epígono mayor de sus antecesores: un uso magistral de la narración, un saber exactamente dónde se detiene una situación, cómo se suministra, de manera casi sesgada, casi elíptica, la información que precisamos para situarnos en la peripecia narrada; cómo dibuja, con sólo dos o tres trazos certeros, una personalidad compleja. Es posible que alguien piense que en el filme pasan pocas cosas, que le hubiera venido bien un poco de espectacularidad, que los actores son desconocidos, por mucho que casi todos han aparecido en las películas anteriores de Trapero. Pero es justamente en la sutileza y en el trazo fino de lo que se cuenta donde residen las mejores virtudes de esta nueva entrega de un creador con mayúsculas.
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